Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(1591-1938) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

Adán camina hacia la muerte y se convierte en «la fiera macho» rugiente en la selva y silenciosa en los mares o «príncipe hechizado» de las aventuras o los cuentos de hadas  1600. Como hemos visto, por medio de su estructura egoísta el ser vivo o hijo de Dios es transformado totalmente en un ser de la oscuridad, a pesar de que su conexión con la Divinidad no puede interrumpirse. Con el desarrollo del órgano del polo «masculino» y la consiguiente satisfacción del deseo egoísta del ser como una condición vital que todo lo domina, se le cerró al hijo de Dios eterno la puerta del «paraíso» o del «reino de los cielos». Con esta transformación se terminó para «Adán» la existencia en un mundo sobrenatural o celestial. El hijo «pródigo» caminaba directamente hacía las zonas de la muerte, lejos del «árbol de la vida». Y cuanto mayor era la distancia entre el hijo de Dios que se alejaba y el entorno o los frutos del «árbol de la vida», menos alimento recibía la vida de este hijo de Dios, menos alimento recibía su conciencia sobrenatural o celestial. Y de esta manera el hijo de Dios hacia pasar hambre a su conciencia sobrenatural o cósmica. El recuerdo de su propia procedencia sublime y de su identidad como hijo de Dios y como señor del espacio y del tiempo, idéntico a la propia eternidad, desapareció de la conciencia diurna del hijo «pródigo». Pero si el alimento celestial o los frutos del «árbol de la vida» fueron escasos, los frutos del «árbol de la muerte», es decir, del «árbol de la ciencia» se volvieron tanto más abundantes. El ser estaba inmerso en el disfrute de la materia, en el disfrute de la carne y sangre de otros seres. El despedazamiento, la mutilación y la aniquilación de otros seres se convirtieron en la condición vital cotidiana del «falso» hijo de Dios. En su conciencia ya no había ninguna gracia, ninguna misericordia ni ninguna clemencia en absoluto para ningún ser con excepción del ser (el ser de sexo contrario) que necesitaba para su propio instinto de conservación y por medio del cual todavía podía sentir un débil pequeño rayo de una luz celestial o cósmica pasada, ahora desconocida. La Tierra fue, de este modo, «maldita» debido a este ser. Huida y horror fue el ambiente que con su hambre de carne y sangre esparció por continentes y mares. Ningún ser podía seguir sintiéndose seguro. El hijo de Dios «pródigo», el ser antes tan resplandeciente, había adquirido «conciencia diabólica». Este «príncipe hechizado» de las aventuras o los cuentos de hadas, el ser sobrenatural, celestial, el propio hijo de Dios es el que se nos muestra vivo en carne y sangre como «la fiera macho» rugiente en la selva y silenciosa en los mares. Esta «fiera macho» es «el Adán muerto» en su forma más pura. Y los restos de la psique de esta fiera o conciencia cósmica «hechizada» es lo que hoy se interpreta en las iglesias y templos como «el mal», al igual que la conciencia cósmica del hombre terreno liberada de este hechizo o el incipiente «amor al prójimo» es lo que en las mismas iglesias y templos se interpreta como «el bien».


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.