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(1591-1938) 
 
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La simpatía del ser masculino hacia el femenino se debe a su instinto de conservación o amor a sí mismo  1597. Sólo en un determinado campo los sentimientos tienen un carácter más plácido, a saber, hacia seres del sexo contrario. Pero esta amabilidad todavía es más «egoísmo» que «amor al prójimo». Si la estructura orgánica «masculina» del ser no condicionase que el ser «femenino» constitúyese el objeto de toda su esfera de interés y, de este modo, fuera una condición que contribuía a su propio apetito de la vida y alegría de existir, los seres «femeninos» serían remitidos a ser un blanco igual de perfecto que otros seres para el deseo sanguinario del ser masculino, y su carne y sangre un placer igual de grande que los restos animales de otros seres asesinados. El ser «femenino» es, de este modo, una condición vital para dicho ser y, por consiguiente, es incorporado a la zona de defensa de su propia vida. El hecho de que el ser femenino sea una excepción con respecto a la tendencia asesina y persecutoria del ser masculino no se debe, por lo tanto, a un amor o compasión altruista, porque un sentimiento así no existe en este ser. Este sentimiento sólo vibrará en el pecho de este ser miles de siglos más tarde del gran ciclo de espiral del plan del universo. En realidad, el aprecio que los seres «femeninos» encuentran en la conciencia del ser al cien por cien «masculino» sólo se debe, así pues, al amor de este ser hacia sí mismo, a que su propio instinto de conservación no puede prescindir de ellos.


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