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(1053-1590) 
 
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Una pequeña idea del reino de la bienaventuranza  1588. Este mundo interior está formado exclusivamente por los recuerdos que tiene el ser de todo su paso por el ciclo de espiral, desde su primera penetración en el reino mineral hasta su culminación de la suma vivencia de la vida: el mundo divino. Su mundo interior está por consiguiente, como ya hemos dicho, formado exclusivamente por copias de todo este paso. Aquí tiene la posibilidad de estar en un mundo en el que su propio yo es la única fuerza que vivifica todas las cosas, ya se trate de los fenómenos minerales, vegetales y animales de este mundo interior como de sus regiones y emociones en forma de rayos o espirituales. Todos los seres vivos que aparecen aquí, formaciones cristalinas, plantas, animales y hombres, todos los océanos y continentes de este mundo interior, mesetas y llanuras, bosques y planicies, sus estaciones, inviernos y veranos, días y noches, su tierra y su cielo, sus planetas, estrellas y metrópolis de soles, etc., etc. viven y respiran, se mueven por sus órbitas y ciclos exclusivamente con el propio yo del ser como el sumo origen y fundamento vivificante. Cada "reino de la bienaventuranza" es el mundo absolutamente propio del ser vivo. En él no hay ninguna fuerza viva en absoluto que no se muestre en forma de las experiencias hechas por el yo en el mundo exterior, tanto dolores y alegrías como desdicha y felicidad, transformadas en "copias de oro" radiantes y embelesadoras. "El reino de la bienaventuranza" es una época de experimentar en "copias de oro" todo el universo del ciclo de espiral que se ha vivido. Dado que el ser vivo, como hemos dicho, en este universo o cosmos de "copias de oro" es el factor vivificador y dominante tras todo el espacio y el tiempo, tras todo movimiento, se encuentra aquí en una situación en la que es tan semejante a la identidad de la Divinidad del universo exterior, que sólo puede decirse que es "el ser a imagen de Dios". En el reino de "la bienaventuranza" vemos, de este modo, el cumplimiento total del propósito con "Adán" y "Eva, que una vez fue anunciado por la Divinidad cuando dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Es cierto que esta creación ha llegado a su perfección total en "el mundo divino" y aquí le da al ser la experiencia absoluta y total de soberanía, pero la experiencia de soberanía se experimentará en "el reino de la bienaventuranza" con un grado todavía más elevado o fuerte. Esto se debe al hecho de que las experiencias que el ser hace en el mundo exterior tienen siempre que ser una reacción del encuentro de su propia energía con las energía del mundo exterior, cosa que no sucede en el mundo interior o "reino de la bienaventuranza". Aquí todas las manifestaciones y creaciones no son una reacción de un encuentro entre la materia del mundo exterior e interior, sino solamente una repetición de los fenómenos creados o experimentados una vez en el mundo exterior. Lo que el ser o el individuo nunca ha experimentado en los cinco reinos del mundo exterior es imposible que lo experimente en "el reino de la bienaventuranza". Todo lo que sucede aquí es, por consiguiente, un pasearse por el mundo de "los recuerdos". Pero es precisamente esta situación la que convierte este mundo interior en un fantástico mundo de fantasía, en la aventura de las aventuras. En vez de tener que experimentar constantemente la vida como una reacción de fuerzas propias y extrañas como en el mundo exterior, la experimentación en "el reino de los cielos" no es sólo un experimentar todos los recuerdos con un tinte glorioso, sobrenatural o celestial, sino que de estos recuerdos el individuo puede hacer "nuevas creaciones" que dan una fantástica sensación de encanto y bienaventuranza.


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