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Por qué "el reino de los cielos" o el hecho de amar al prójimo como a sí mismo es algo imposible para el hombre terreno en su estado de sexo masculino y sexo femenino | 1568. Pero el hombre terreno está orgánicamente atado a la fría zona del invierno del ciclo de espiral. Su falta de hojas consiste en que sólo puede amar al "sexo contrario". No puede amar a su "propio sexo" en tan alto grado que pueda experimentar la felicidad del "paraíso" con ello. Y del "sexo contrario" sólo puede amar a un ser (su cónyuge) para poder percibir "el cielo" o "paraíso". Si ama a varios, comienzan a aparecer las venenosas llamas del infierno. ¿Y no está, precisamente, escrito: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se juntará a su mujer, y serán una sola carne"? Y la mujer, ¿no reconocerá, precisamente, al marido como su cabeza? ¿No está también escrito que "el hombre es la cabeza de la mujer"? Ella tiene, por lo tanto, que estar sometida a él y sólo a él. No hay, así pues, ninguna posibilidad de amar al prójimo como a uno mismo o de percibir de otro modo "el paraíso". El hombre terreno está rodeado de un océano de seres, y todos ellos son, en realidad, su "prójimo", pero orgánicamente está impedido de amar a una parte de ellos, porque forman su "propio sexo". Y de la otra parte, "el sexo contrario", que está creado orgánicamente para amar, sólo puede amar a un ser. Que "el reino de los cielos" es algo imposible para el hombre terreno en su "estado de sexo masculino" y de "sexo femenino" es aquí en un hecho evidente. |
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