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(1053-1590) 
 
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El contraste a "la oscuridad" y a "la luz" en "el auténtico reino humano"  1554. Pero para que la experiencia o manifestación pueda, en resumidas cuentas, tener lugar en este reino de luz también tiene que haber los dos principios con respecto al contraste, "el cielo" y "el infierno", aunque este último principio aquí ha perdido, naturalmente, todo el peso o aguijón que puede socavar la vida. Aquí "el infierno" o lado oscuro de la vida no existe como una realidad, como sufrimiento en la vida práctica. Aquí la oscuridad sólo existe en forma del conocimiento adquirido en el reino animal sobre las reacciones del "mal" o de la oscuridad, que, a su vez, son lo mismo que "sabiduría". Con esta sabiduría el ser hace tiempo que ha transformado su mentalidad "animal" en modo de ser "humano", tanto en su talento como en la práctica. Pero como la evolución sigue teniendo lugar, en este reino también habrá tendencias y costumbres que se quedan anticuadas, que se convierten en demasiado groseras o fuertes a medida que la mentalidad se refina o espiritualiza cada vez más. Aunque estas costumbres no son, como en el reino animal, tendencias brutales, mortíferas y no son deprimentes ni se consideran "pecaminosas", exige, sin embargo, entrenamiento o una cierta concentración de voluntad desembarazarse de ellas. Estas costumbres atañen principalmente al dominio de la alimentación. Ciertamente, se ha cesado de comer alimentos animales y hay una habituación al alimento puramente vegetal, tal como la pulpa alrededor del corazón de la fruta, dejando de comer el propio corazón y las demás formas grosera de productos vegetales, tales como tubérculos, hojas y tallos, pero este alimento no es, sin embargo, la culminación de la perfección de la alimentación física. En "el auténtico reino humano" los seres todavía tienen, en cierta medida, que estar atados a la materia física y a las manifestaciones físicas. Pero con el mayor refinamiento o ennoblecimiento de la mentalidad y los nervios, que "la iniciación" y la vida en "el auténtico reino humano" lleva consigo, ni la pulpa de fruta al cien por cien puede ser alimento suficiente o adecuado para el ser. Y aquí también comienza a intervenir el desarrollo de la alimentación por el aire. Los órganos de la respiración se desarrollan cada vez más de modo que puedan sustituir la ordinaria alimentación física con la alimentación por el aire. El ser se convierte con ello en un espíritu o un yo vestido de "aire", del mismo modo que el actual hombre terreno se puede denominar un espíritu o un yo vestido de "agua". En la zona inicial del "auténtico reino humano" la vida es paradisíaca, porque aquí el ser, al haber superado su mentalidad "animal" y con la alegría de haber alcanzado vivir en contacto con su estadio evolutivo o las leyes especiales de su zona, vive a sus anchas. Pero como no va a permanecer eternamente en el mismo estadio, sino que avanzará hacia formas de existencia todavía más elevadas, su inevitable conexión con las leyes del ciclo comienza a exigir que se acostumbre a nuevas formas de vida, a conceptos morales nuevos y todavía más refinados o angelicales. Esta exigencia se desencadena enseguida después de que el ser ha culminado como "hombre auténtico". Y partir de esta culminación hay, de este modo, un cierto grado, aunque muy débil, de oscuridad, que el ser tiene que vencer, a saber, la deshabituación de la alimentación vegetal y la habituación a la alimentación por el aire. Pero esta situación de los seres no crea dolor, sufrimiento ni preocupaciones de naturaleza depresiva, como sucede con "el infierno" o lado oscuro del "reino animal" o estado actual del hombre terreno. Aquí hay, igual que en los siguientes reinos del ciclo, un deseo vital totalmente despierto, consciente, voluntario por parte del ser de realizar este estado de deshabituación y habituación. Y "la oscuridad" sólo se hace sentir como un "dejar atrás" la cosa, de modo que ya no es interesante, ya no es estimuladora, sino más bien "aburrida". "La oscuridad" aquí no consiste en transgresiones mortíferas de las leyes de la vida o una nueva estimulación del principio mortífero con la consiguiente intervención desgraciada en el destino, sino que, al contrario, es una plácida saciedad de fenómenos vividos suficientemente. Pero la luz sigue, evidentemente, siendo una espera de mayores posibilidades de experimentar, una tensión agradable con la esperanza renovada de nuevas zonas de horizonte más amplias o de revelaciones del Padre eterno.


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