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(1053-1590) 
 
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Véase el símbolo nº 12 en nueva ventana    

 

Nos formamos una idea del "mundo divino" o zona culminante de la esfera de la vida  1548. Por medio de nuestros análisis cósmicos presentados aquí sabemos que necesariamente tiene que haber una esfera de experimentación opuesta, en la que los seres experimentan el contraste a "la muerte", a saber, la verdadera vida. En la parte superior del símbolo vemos cómo esta esfera de la vida (la zona totalmente blanca) va desde el punto de culminación de la esfera de la muerte, donde precisamente está restringida a una forma latente, hasta su estadio culminante en el quinto peldaño o reino del ciclo: "el mundo divino" (color azul). Luego disminuye en dirección al próximo estadio de culminación de la oscuridad o "esfera de la muerte" (la zona oscura). La zona en la que culmina dicho "mundo divino" es, así pues, el escenario donde se manifiesta la más alta forma de vida. Esto quiere, por consiguiente, decir que aquí el ser se encuentra en el mayor y más desarrollado conocimiento sobre sí mismo, su inmortalidad o identidad con la eternidad y la Divinidad. De hecho, aquí la reencarnación es, claro está, de una naturaleza tal que el ser no la advierte en absoluto. O sea, aquí no tiene lugar ningún reemplazo de la totalidad de organismos o cuerpos, como sucede en la zona física. La reencarnación sólo tiene lugar en forma de una renovación cotidiana como un reemplazo de las materias de pensamiento ya vividas a favor de nuevas materias de pensamiento. Aquí el ser lo domina todo con su pensamiento. Su forma exterior está formada exclusivamente por lo que piensa. Tiene el aspecto que se imagina su pensamiento. La forma exterior del ser no está atada a una materia física, tal como en la zona terrena. Cambia de aspecto con la misma rapidez con que puede cambiar su pensamiento. Pero como el mundo de pensamientos del ser es aquí la culminación de la suprema armonía entre sentimiento e inteligencia, que, a su vez, es lo mismo que "amor", y este "amor" es, por lo tanto, el aspecto exterior absoluto del ser, aquí se puede comenzar a vislumbrar lo inmensamente perfecta y viva que esta elevada existencia tiene que ser, dejando aparte que hace que el lenguaje y el habla sean totalmente superfluos en la existencia.


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