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(1053-1590) 
 
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Lo que nos queda por explicar en este tomo y lo que analizaremos en el próximo tomo  1532. Pero aunque el cumplimiento del gran mandamiento, "Amarás al prójimo como a ti mismo", se ha mostrado aquí como la más alta moral de la vida, también es un hecho para nosotros que esta moral es algo relativamente nuevo aquí en la Tierra. La moral imperante en "el animal", y en muy gran medida también en el hombre terreno, todavía se basa, claro está, en el principio mortífero o en "que cada cual piense en sí mismo", o sea, la antítesis absoluta del amor al prójimo. Con nuestros análisis cósmicos hemos sacado del dominio de "la fe" las reacciones de esta moral surgida de la naturaleza animal y hemos convertido en hecho científico cómo estas reacciones dejan al ser atrás, en la oscuridad, la desgracia y el sufrimiento o "infierno", de modo que ya no necesitamos mencionar los detalles de esta moral. En cambio, nos queda dar los últimos análisis finales de la fuerza primaria o causa divina que da lugar a este cambio de "animal" en "hombre", este principio eterno que permite que el yo o algo divino de los seres sea alternativamente uno con una moral oscura o una experiencia imperfecta y una moral luminosa y la consiguiente experimentación perfecta de la vida. Ya hemos dado análisis preparatorios de este principio primario y lo hemos denominado "el fuego supremo". Nos queda, por consiguiente, que presentar aquí, en Livets Bog, el análisis principal de este principio, el más altamente divino, y, por lo tanto, en el siguiente tomo de este libro nos dedicaremos, entre otras cosas, a este aspecto del análisis de la vida eterna por medio de simbolismo y texto. En el presente tomo nos queda exactamente espacio par dar una visión de conjunto, en forma de un símbolo, sobre la presencia del "principio denominado paraíso" y del "principio denominado infierno" en todas las seis zonas o reinos de la espiral.
      Y con el injerto, entre otras cosas, de esta visión de conjunto en la conciencia del lector evolucionado, le hemos obsequiado de este modo con el conocimiento intelectual de la ciencia del amor al prójimo o la más alta moralidad del plan universal, que le será confirmado de manera inalterable cuando en el próximo tomo retiremos el último velo del misterio de la vida y le dejemos contemplar el fuego supremo, que todo lo penetra, del Padre eterno, este cuerpo eterno de llamas de la Divinidad con el que domina mundos, soles y galaxias, inicia seres y hace del universo uno con el amor.


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