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(1053-1590) 
 
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Se manifiesta la voluntad divina o la intención de la vida con respecto al hombre terreno  1502. Comparado con el animal, el hombre terreno está colosalmente degenerado, mientras que al mismo tiempo ha desarrollado por otra parte colosales facultades espirituales, facultades que los animales no tienen y que, por consiguiente, elevan de modo correspondiente al hombre terreno por encima de la esfera mental de los animales. En el hombre terreno encontramos, de este modo, estados de ser que están muy por encima de las facultades normales que caracterizan al animal, al mismo tiempo que las propias facultades animales, es decir, las facultades mortíferas han sido llevadas a una perfección o genialidad que convierte a este ser en "demonio" o en la más alta antítesis de "la imagen de Dios". La mentalidad o conciencia del hombre terreno es, así pues, el escenario o la zona de una dirección de la conciencia que ha alcanzado su culminación y, por consiguiente, no puede prolongarse más en estado ascendente, por lo cual tiene que degenerar al mismo tiempo que, en la misma zona, vemos una dirección de la conciencia que se encuentra en su débil comienzo. A la vez que esto se convierte en una realidad para el investigador, se convierte en un hecho que el hombre terreno es un ser acabado con respecto a la dirección que ha alcanzado su culminación en su conciencia, mientras, al contrario, es un ser débil e incipiente con respecto a la dirección de la conciencia que está en su débil comienzo. La voluntad divina o intención de la vida con respecto al hombre terreno se le revela, de este modo, al investigador evolucionado. Dado que en el hombre terreno la dirección de la conciencia en estado culminante, y por consiguiente en degeneración, es el principio animal o mortífero, el principio que sabotea la vida misma requiriendo que el ser vivo mate para vivir, y que la incipiente nueva dirección de la conciencia, que requiere lo contrario, a saber, dar vida en vez de sabotearla, cosa que sucede cuando uno prefiere dar que tomar o ama a su prójimo como a sí mismo y, con ello, prefiere dejarse matar a que lo maten, por medio de esto se manifiesta cómo tiene que ser la estructura del nuevo ser. La intención de la Divinidad o Providencia con el hombre terreno es, así pues, inevitablemente formarlo para que sea un ser que esté al cien por cien a favor de la vida. Y de la única manera que esto puede hacerse es, precisamente, dejando que las facultades animales o saboteadoras de la vida degeneren, y se desarrollen las facultades constructoras de vida.
      No es extraño que la degenerante tendencia de vida animal se haya ido concibiendo poco a poco como "el mal" y la incipiente nueva dirección como "el bien", y que religión, moral, política y derecho cada vez más estén a favor de la nueva dirección de la conciencia. Y es la misma circunstancia la que hace que uno busque cada vez más camuflar su naturaleza de ataque como una naturaleza de defensa, y que ninguna fuerza beligerante admita ser el agresor o desencadenante de la guerra, del mismo modo que todas las partes beligerantes den "la paz perpetua" o un alto ideal a favor de ella como el objeto de su conducta belicosa. Todos los que pertenecen a la parte intelectual de la humanidad terrena son, de este modo, más o menos conscientes de este nuevo camino hacia el estado que va contra el asesinato o la supresión del principio mortífero a favor del desarrollo del amor al prójimo o creación de la forma de existencia absolutamente perfecta.


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