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El instinto sexual o "fuego supremo" son el alfa y la omega de "lo bueno" y de "lo malo"  1472. Con respecto al asesinato del embrión o del feto o al aborto provocado, estos fenómenos no han entrado, naturalmente, en el mundo exclusivamente por causas económicas. Son, claro está, una consecuencia directa de la creciente evolución sexual o de las exigencias eróticas en aumento y de la consiguiente general degeneración matrimonial que la evolución de la humanidad terrena lleva consigo. Esta exigencia o este deseo se han desarrollado hasta unas dimensiones que no pueden de ninguna manera mantenerse dentro de los límites o ámbitos del matrimonio. Este deseo es, así pues, exclusivamente la fuerza motriz fundamental de toda la esfera de la vida humana terrena. ¿Pero qué es este deseo? ¿Es algo que procede del "mal"? En su forma material más pura este deseo es la fuerza que soporta toda la vida de la conciencia y, con ello, la creación o manifestación tanto del "mal" como del "bien". En la estructura del ser vivo no hay nada que no sea un resultado del deseo sexual. El instinto sexual está tanto tras el latido del corazón como tras el nacimiento de cada ser vivo, que desde el mundo espiritual viene al físico. Está tanto tras la formidable inspiración y fuerza de un orador como tras el susurro cariñoso e insinuante del enamorado hacia su enamorada. Estimula la exuberante alegría de vivir y el desbordante canto amoroso de los pájaros en la primavera, y se encuentra así mismo tras el placer del amor y las noches de bodas de los hombres terrenos. Fomenta los asesinatos más horrorosos, la brutalidad, la tortura y la mutilación más repugnante o el sadismo en su forma más pura, del mismo modo que fomenta el cariño radiante y que todo lo abarca del amor al prójimo, o el gozo y alegría que da ser luz y calor para quienes se encuentran alrededor. Lleva, finalmente, al individuo a amar por encima de todos los fenómenos exteriores, de todos los conceptos de belleza, raza, posición social, y así mismo también limita la simpatía o el amor a depender, precisamente, de estos conceptos de belleza, raza, posición social, ideas morales u opinión de la mayoría. El mismo impulso fomenta el paso del individuo desde las regiones resplandecientes de luz de los mundos espirituales más elevados hasta las regiones más oscuras y áridas y con el frío glacial del odio, las aflicciones y los sufrimientos. Lleva al individuo desde el conocimiento supremo de su identidad con la Divinidad hasta la ignorancia y el primitivismo más totales, donde el ser se cree uno con la materia, la sustancia, y se trata a sí mismo y a su prójimo como una "cosa" simplemente "material" que sólo puede esperar la aniquilación. Priva al individuo de "la conciencia cósmica" y convierte al ser vivo eterno en idéntico con "la muerte", del mismo modo que saca al individuo de la esfera oscura y fría de "la muerte" para elevarlo a las cimas más altas, allende todas las nubes, del intelectualismo o de la vida con conciencia cósmica como luz eterna del universo y de las metrópolis de estrellas, siendo uno con el Padre eterno. El deseo sexual y su satisfacción es la forma más alta de hambre y saciedad y, por consiguiente, se convierte en el alfa y la omega del "bien" y del "mal". Constituye la fuerza eternamente ardiente sin la cual toda forma de manifestación y creación y, por consiguiente, toda forma de revelación, toda forma de experimentación de la vida sería algo imposible. Por lo tanto, a esta hambre y a esta saciedad le hemos dado aquí, en "Livets Bog", el nombre de "el fuego supremo".


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