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(1053-1590) 
 
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Hacer del asesinato del embrión o feto o del aborto provocado un medio autorizado de la lucha contra la pobreza clama al cielo porque va contra las leyes de la naturaleza y es totalmente incompatible con verdadera cultura o civilización  1470. Hasta cierto punto es comprensible que alguien haya pensado en el asesinato del embrión o feto y la prevención de la fecundación para, así, precaverse ante la presión económica que la paternidad en muchas ocasiones supone para los seres. Pero que se haya hecho directamente de estos fenómenos medios legales o autorizados en la lucha contra la pobreza clama al cielo, porque esto va contra las leyes de la naturaleza, es destructivo para la sobrevivencia de la especie y sólo favorece al estado y a sus esfuerzos por rechazar su responsabilidad económica con respecto a todos los nacimientos o a una política que consiste en que cuanto menos hijos tenga "la gente pobre" tanto mejor, porque entonces los gastos del estado son menores. Y cuantos menos gastos tenga el estado, menos impuesto tienen que pagar los contribuyentes. Pero como los mayores contribuyentes son, claro está, los que forman la clase económica alta, es decir, la parte de la sociedad que casi no tiene ningún exceso de nacimientos, favorece, por consiguiente, a esta clase que se legalice el asesinato del embrión o del feto o alguna otra forma de sabotaje de la sobrevivencia de la especie o raza. Y un sabotaje más perfecto de la sobrevivencia de la humanidad terrena difícilmente puede practicarse. Se socava la parte de la sociedad que tiene la capacidad de producir el excedente de nacimientos, de importancia tan vital para la sobrevivencia de la sociedad, en beneficio de la parte de la sociedad que carece casi totalmente de esta capacidad. Como se puede ver, la humanidad terrena se exterminaría a sí misma si no hubiera un poder superior frente al cual estas calamidades sólo son una fase de un gran plan divino universal consistente en elevar a esta humanidad hacia la esfera de la perfección total. Pero esto no dispensa, claro está, al estado o al individuo de las consecuencias de su sabotaje temporal de la reencarnación o vida. Tanto el estado como el individuo tienen, por consiguiente, que recibir las consecuencias de las situaciones que han creado para ayudar o favorecer su infracción de las leyes y su evasión de su verdadera responsabilidad y su deber real.


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