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Por qué a tantas personas les gusta ver películas y obras de teatro  1462. Pero, ¿en cuántas ocasiones le va tan bien al joven matrimonio en la vida real? ¿Se puede tener la seguridad de que la joven pareja, que representa el matrimonio ideal en el escenario o la pantalla, no se encuentra ya, tanto él como ella, en su vida privada en el segundo o tercer matrimonio? ¿Y cómo le va al autor? ¿Estará todavía en el arrebato amoroso que fue la fuente de inspiración para la producción de la obra? ¿Creen que este arrebato aún dura? ¿Están seguros de que la vida común matrimonial, tan sumamente alabada e idealizada por él en la obra, sigue floreciendo para él? ¿Hay alguna garantía de que no se encuentre, precisamente, en un duro proceso de divorcio con una pareja erótica parecida a la que en la película u obra de teatro ha alabado y exaltado en tan alto grado? En todo caso es muy probable que se encuentre ni más ni menos en embrollos sexuales. ¿Y cómo le va al propio público? Posiblemente, los de más edad, que han estado casados durante un largo periodo y hace tiempo que les han salido arrugas y rugosidades con los contratiempos del matrimonio, pueden, naturalmente, alegrarse del magnífico ideal de un matrimonio que se muestra en la escena, pero no es porque sea algo que ellos posean en abundancia o de lo que estén saciados. Si fuera así, la obra de teatro o la película no tendría ningún interés en absoluto para ellos. Uno no tiene ganas de sobrecargar o llenar su conciencia con lo que tiene suficientemente. Pero si, sin embargo, hay tantas personas, también personas mayores, a las que les gusta ver películas y obras de teatro, esto es porque precisamente no les ha tocado en suerte experimentar los grandes ideales, que ven en la escena, en un grado demasiado alto. Su vida se ha ido convirtiendo, en realidad, poco a poco en un hambre matrimonial no saciada, que en su corazón o en lo más recóndito de su ser tienen el sueño de saciar. Ver este sueño realizado y cumplido en carne y hueso, aunque sólo sea en forma de una representación en el escenario o la pantalla, es para ellos como regar el arriate de flores de la región de sus sueños con una benigna lluvia de verano. Es como si recordaran o reencontraran el paraíso perdido o de tiempos pasados. Se quiere soñar con los seres queridos, que se han perdido, o con los seres queridos, que se quiere tener. Y por esto se va de muy buena gana donde estos sueños pueden ser estimulados. Y en ningún otro lugar pueden ser mejor estimulados que por medio de los espejismos o engaños sexuales de las escenas y películas producidas por escritores y poetas embriagados de amor, transformados en idealización de la felicidad matrimonial.


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