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Ver una película o una obra de teatro con el tema del matrimonio es lo mismo que ver la puesta en escena de una especie de juicio, en el que sólo hay un "defensor" pero ningún "acusador", y debido a lo cual el matrimonio es desmesuradamente exaltado a través de esta película u obra de teatro  1461. Pero una alabanza de la felicidad del matrimonio a partir de una momentánea embriaguez erótica así, ¿es sincera? Un ser así, ¿no está demasiado embriagado y no es, por consiguiente, un juez demasiado parcial? De hecho, ¿es en resumidas cuentas un "juez"? ¿No es más bien una especie de ardiente "defensor"? ¿Pero quién es "el acusador" que acusa en este caso? ¿Hay en realidad algún "acusador"? No, ante la gran mayoría no hay esencialmente ningún "acusador" que acuse la alabanza del amor de un ardiente, feliz, enamorado o eróticamente embriagado escritor en forma de una obra de teatro, una película, una novela o un cuento. La asistencia a la representación de un producto tan bombástico en forma de película, obra de teatro, etc. es, en principio, lo mismo que asistir a la puesta en escena de una especie de juicio. El público es "el juez" que "juzga" el producto. El autor es "el defensor". La obra de teatro o la película es su "discurso de defensa". El tema es "la felicidad conyugal" o "el matrimonio perfecto". Pero aquí la puesta en escena del juicio termina de parecerse al verdadero juicio, porque, como ya hemos dicho, no hay ningún "acusador". "Al juez" (el público) se le explican todos los lados luminosos del asunto, pero ninguno de sus lados oscuros. La obligación absoluta de un "defensor" es sólo presentar lo que se refiere a los lados favorables del acusado, del mismo modo que la obligación de un "acusador" es exclusivamente ocuparse sólo de todo aquello que pueda revelar los lados negativos del acusado. Como en un juicio, cada uno de estos dos seres es una parte totalmente imparcial frente al "acusado", podrán presentarle al "juez" una imagen más o menos clara de los lados favorables y negativos del "acusado". Y a partir de estos dos lados "el juez" podrá formarse una opinión justa, según la cual podrá juzgar de modo correspondiente justo. Pero si no hubiera ningún "acusador" sólo se podrían presentar los lados favorables. Y si "el juez" las aceptara como una imagen fundamental del "acusado" o del caso, que va a juzgar, se trataría, claro está, de una imagen falsa o de una imagen que muestra el caso como mucho más bello y hermoso que en realidad es. Pero al no haberse expuesto ninguno de los lados negativos del ser, no se puede hablar de "infracción de la ley" o actos culpables, aunque la persona en cuestión sea un "delincuente". Y el resultado del "juicio" tiene inevitablemente que ser "la inocencia", que, a su vez, significa "absolución". ¿Qué dirían si una práctica así de la justicia tuviera lugar en la vida real? ¿No se escandalizarían en sumo grado? ¿Y no se hundiría la sociedad en la anarquía o falta de leyes? Una justicia sin acusador sólo puede ser una parodia del derecho. Pero si la practica del derecho, según este principio, sería tan ridícula y destructora para la sociedad y sería una parodia de la justicia o verdadera lógica, ¿por qué no tendría esta práctica que actuar de la misma manera en otras circunstancias? ¿Por qué estas mismas circunstancias no tenían que hacerse valer en una "escena jurídica" como es, en realidad, la proyección de una película o la representación de una obra de teatro? Aquí la mayoría acepta en muy alto grado innumerables "escenas jurídicas", en las que exclusivamente sólo se "juzga" desde el punto de vista del "defensor", ya que no hay ningún "acusador" que acuse en dicha escena. El resultado de todos "los juicios" tiene que ser "inocente". Al "juez", es decir, al público sólo se le presentan los lados más luminosos y más de color de rosa del "caso" o "tema" (la vida matrimonial), o sea, los lados que han sido inspirados por la alegría exagerada del escritor al haber conquistado transitoriamente una pareja sexual especialmente idónea para él y que expresan esta conquista. En una embriaguez erótica así, se imagina una representación exagerada del magnífico idilio matrimonial, o de cómo la joven pareja, "el héroe" y "la heroína", tras muchas peripecias con malvados, rivales y padres poco comprensivos, viejas tradiciones y fanatismo religioso, etc., etc. acaban finalmente juntos, prometiéndose "fidelidad eterna", tienen muchos hijos y viven felices hasta el fin de sus días.


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