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El deseo sexual o erótico, que comenzó como un pequeño riachuelo, se convierte poco a poco en un gran río que revienta todos los intentos humanos de estancarlo en forma de leyes morales sexuales y del matrimonio jurídico bendecido por la iglesia  1454. Pero a través de toda esta confusión de fenómenos sexuales exteriores hay una sola cosa que, en grado altamente dominante, permanece estable como lo central, y esta cosa es exclusivamente "el deseo de satisfacción o disfrute sexual". Es desde hace tiempo un hecho irrefutable que severas leyes religiosas de tipo moral, con una autoridad de miles de años tras sí y disposiciones punitivas con pena de muerte, exclusión tanto de la sociedad terrena y de la supuesta sociedad "celestial" y, con ello, a merced de "la perdición eterna", además de la avidez con que la desamparada persona en cuestión ha sido hecha "materia" de las columnas sensacionalistas de las habladurías, no han podido mantener este disfrute dentro de la disciplina, las limitaciones o restricciones establecidas por las autoridades eclesiásticas y jurídicas. La satisfacción o disfrute de este deseo sexual es como una corriente que fluye a través de la mentalidad de la humanidad terrena milenio tras milenio. Es como un riachuelo, que una vez comenzó como un pequeño y modesto manantial para poco a poco convertirse, junto con otros riachuelos, en un arroyo, y así continuando hasta que hoy se ha convertido en un río torrencial que hace tiempo ha reventado el intento humano terreno de construir un dique en forma de leyes morales sexuales con pena de muerte y "perdición eterna", que conocemos como "el matrimonio autorizado" con la bendición de la iglesia y del estado.


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