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Cuando el ser vivo cree que él mismo y "todo lo vivo" sólo es "materia" y que la formación de la Tierra y los planetas, y la consiguiente vida animal, sólo se debe a una casualidad  1435. Con esto hemos visto que todo el proceso evolutivo a través de la vida ha llevado al hombre terreno en dirección descendente hacia, como quien dice, una ignorancia total de su propia existencia "cósmica", de modo que, en el peor de los casos, considera que él mismo sólo es "materia", cree que como ésta está sujeto a un principio y un fin y, con ello, sólo es un fenómeno totalmente transitorio. Ya no tiene ninguna conciencia o conocimiento sobre su ámbito "cósmico". Tiene, al contrario, un conocimiento colosal sobre la materia y, como varias veces hemos hecho referencia, puede hacer que los elementos trabajen para él. Aprieta botones, y generadores de fuerza trabajan y transforman la materia según su deseo y voluntad. Pero su propia vida y la vida de su prójimo no las conoce. Sólo piensa, actúa y trabaja en "materia". Su conocimiento o filosofía de la vida sólo es aceptación de "materia". Niega todo lo espiritual o toda vida consciente tras todo lo que se encuentra fuera de su propia zona de percepción física, que en otras palabras quiere, en realidad, decir: todo el universo. Este gigantesco fenómeno con sus galaxias, estrellas, soles y planetas sólo es un conjunto de "materia muerta", en la que él mismo representa la expresión más alta de vida consciente o función de pensamiento. Imagínense qué contraste a la humildad revela este estado mental. El mosquito vuela y cree que es un elefante, cree que es la vida por encima de la vida. La gluma cree que juega a pelota con el viento. La mota de polvo cree que es la señora del universo, pero tiene miedo de "la muerte", tiene miedo de la aniquilación. Hay también el caso en que, incluso, se presentan teorías de que la formación de la Tierra y los planetas se debe directamente a una pura casualidad, a una especie de accidente, y de que toda la enorme multitud de estrellas o soles, que vemos brillar y alumbrar en el cielo cada noche, no tienen planetas. Según esto, toda la vida animal y, por consiguiente, los hombres terrenos serían algo totalmente anómalo en el universo. Lo normal habría sido, así pues, que no hubiera habido ninguna vida. Los inmensos soles y las enormes fuerzas de las estrellas no existen, de este modo, para crear vida, sino que fomentan una muerte eterna y absoluta.


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