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Cómo hemos visto a través de nuestros análisis que la estructura del universo es "amor" y ha llevado a la manifestación física de la Tierra a cumplir todas las condiciones para poder ser escenario del "reino de los cielos"  1415. Y con esto hemos avanzado tanto en nuestra investigación de la vida eterna que hemos visto que lo absolutamente fundamental de la existencia es "el amor universal". Hemos visto cómo la falta de "amor al prójimo" era la única causa absoluta de todo lo que se agrupa como "el mal", destinos desdichados, guerras y atrocidades, es decir, todas las manifestaciones sangrientas y mortíferas del "día del juicio final". Luego hemos visto que "la escala evolutiva" con todas sus esferas o peldaños es, así mismo, una prueba fundamental del "amor" con que la Divinidad abarca a todos los seres vivos. También hemos visto cómo el universo es únicamente una revelación de "amor", y que todas las manifestaciones que hay sólo existen para formar los acordes, las armonías, los tonos y sonidos que pueden convertir la experimentación total de la vida en la absolutamente suprema felicidad y bienaventuranza para cada ser vivo. Como al mismo tiempo hemos visto que la transformación sistemática de las materias, a lo largo de épocas de millones de años, en esa Tierra acabada para una vida intelectual superior, en la que las condiciones o posibilidades para la manifestación del "reino de los cielos" están ahora totalmente presentes, y que lo único que, de este modo, es un impedimento para la total revelación de este reino en la Tierra es el hombre mismo, estas épocas evolutivas y estos procesos creadores de millones de años resplandecen, así, imperturbablemente para todo el futuro como "amor universal". ¿No tiene precisamente la Tierra una atmósfera maravillosa y zonas templadas con sol radiante y calor agradable y las más nobles frutas y los alimentos más sabrosos? ¿No es en sí misma un paraíso, que todo lo eclipsa, con brisas veraniegas, hermosas fragancias, colores, prados llenos de flores, bosques sombríos, montañas nevadas, oasis, desiertos, estepas, llanos, pampas, tundras, blancas zonas polares, oleajes vestidos de espuma, océanos de color de cielo, sol de medianoche, noches polares y oscuridad invernal, todo bajo un montaje del sol, luminoso, cálido y vivificante de oro, púrpura y zafiro en el áureo cielo matutino y vespertino de los días más hermosos? Así son los escenarios, los adornos y los decorados físicos, exteriores del "reino de los cielos" en la Tierra acabada. ¿No hay aquí radiantes posibilidades e inagotables fuentes de inspiración para los intelectuales, para los artistas, escritores, poetas, investigadores, técnicos y demás representantes del talento intelectual humano? ¿Puede uno imaginarse un amor más grande que el que a lo largo de épocas evolutivas de millones de años ha llevado las masas de fuego líquidas a convertirse en bienestar y abundancia para un intelectualismo recubierto de carne y sangre? En verdad, ¿dónde encontramos alguna "falta de amor" en este panorama que todo lo eclipsa?


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