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La guerra u oscuridad no es una invención del hombre terreno, sino que tiene su origen en el deseo primario del ser y es una función orgánica  1377. Como la oscuridad o el presunto "mal" es, de este modo, un factor imprescindible en el proceso creador divino, sin el cual ninguna forma en absoluto de existencia luminosa o feliz podría tener lugar, es, por lo tanto, un hecho evidente que la oscuridad humana terrena en forma de guerra, con sus mutilaciones, su muerte y asesinato, no es una invención humana terrena, sino que, al contrario, expresa una naturaleza mucho más profunda, configurada y depositada concretamente en un plan divino con respecto al universo, existente mucho antes de la aparición de la humanidad terrena en la Tierra. Del mismo modo que la naturaleza mortífera u oscura depositada en este plan con el universo sólo puede existir o manifestarse en virtud del cumplimiento de especiales condiciones desencadenantes, determinadas para ello, esta misma naturaleza sólo puede, así mismo, perecer o retroceder a la ingenuidad o a un estado elemental en virtud del desencadenamiento de condiciones especiales así mismo determinadas para ello. El cumplimiento de estas condiciones es idéntico al deseo primario del ser. Como anteriormente hemos explicado en "Livets Bog", este deseo primario tiene su asiento en la supraconciencia o "X2" y es la primera función orgánica. Este deseo es el que conduce todas las funciones mentales del ser a unos ritmos o ciclos. Este deseo es la causa del hambre y saciedad del ser. Es, de este modo, en sí mismo el principio "hambre y saciedad". Este deseo es el que mantiene cada energía básica en su ciclo determinado y en su relación con las otras energías básicas de los seis distintos reinos del ciclo, tal como se ha mostrado en el símbolo n.º 9. Este "deseo primario" determina, así pues, el hambre mental del ser, ya se trate de hambre de la existencia del principio mortífero según la ley de Moisés o bien el objeto de esta hambre sea la mentalidad luminosa o de amor al prójimo de Cristo. Por consiguiente, hace que todo el estado de deseo y toda la voluntad humana, y la consiguiente manifestación, sean de naturaleza orgánica. Cuando la humanidad terrena está compitiendo con respecto a la creación de armas mortíferas refinadas o material de guerra genial, su actitud mental está arraigada en la función rítmica del "deseo primario". Está, por consiguiente, atada de una manera puramente orgánica.


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