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Sobre el hecho de distinguir "lo acabado" de "lo inacabado" de la vida. Por qué los hombres terrenos han estado dispuestos a creer en los profetas, los sabios y los redentores del mundo  1362. Como lo acabado de la vida y de la existencia siempre se muestra como la culminación de la creación de placer para su entorno sin crear con ello una experiencia desagradable para ningún ser en absoluto, siempre resplandecerá como idéntico a "armonía". Lo inacabado siempre será al contrario, en el mismo grado en que está inacabado, una molestia o algo desagradable para otros seres, aunque incluso, en ciertos casos, pueda ocasionar una sensación pasajera de placer a ellos o a su entorno. Por lo tanto, siempre resplandecerá como idéntico a "desarmonía". En el mismo grado en que, por consiguiente, el hombre terreno usa lo inacabado como ideal o norma para su pensamiento o voluntad y, con ello, para su creación y conducta, esto también tiene que ser para su entorno sinónimo de desarmonía. Primitivismo, dolor y sufrimiento tienen, así pues, que ser las huellas de su movimiento a través de la vida y existencia. Como la facultad de distinguir entre lo acabado y lo inacabado constituye un factor tan decisivo en la creación de la conducción del ser hacia su finalidad, a saber, la genialidad, alegría y bendición para todo su entorno y en la consiguiente identidad de su destino como armonía, paz y alegría en su propio interior, no es extraño que la humanidad terrena haya estado dispuesta a creer en los grandes profetas, sabios y redentores del mundo. Estos seres, debido precisamente a su edad más avanzada en la actual espiral evolutiva, están en mayor grado que la mayoría en condiciones de distinguir lo acabado de lo inacabado en la vida y medio de los hombres terrenos. Es por esto que les han podido enseñar a estos seres lo que estaba acabado y lo que estaba inacabado y, con ello, cómo tenían que pensar y actuar para entrar en contacto con lo acabado de la vida y existencia y alcanzar la armonía, la paz o "el reino de los cielos".


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