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El orden social perfecto de la humanidad no puede surgir inmediatamente por medio de una dictadura. La ley de Moisés no ha podido impedir el disfraz, por medio del cual se autorizaban las infracciones de la ley, y los infractores podían conservar el predicado "un hombre honrado"  1352. Pero como nadie en absoluto puede nacer adulto, el orden social perfecto de la humanidad, la sensación de los individuos de una solidaridad total o el sentimiento recíproco de una fraternidad perfecta ante el prójimo tampoco pueden surgir inmediatamente de manera milagrosa por medio de una dictadura o un mandato. Este estado mental, este género artístico, el más perfecto y absolutamente más resplandeciente de la vida o esta culminación del despliegue de amor no pueden, precisamente, en virtud de su grandeza surgir sin pasar por una evolución, una ejercitación, unas experiencias y vivencias. Por esto también vemos, cuando miramos hacia atrás, a los cientos de años de la historia de la humanidad, cómo su humanitarismo de sólo ser teoría, semillas plantadas y puestas en la mente de los hombres por profetas, sabios y redentores del mundo, tiene que atravesar muchos estados diferentes y sólo tras una evolución gradual así convertirse en más fundamental en la vida cotidiana. Ya nos hemos detenido en los ideales que se refieren al "Antiguo Testamento". Vimos cómo "la moral de los negocios" o práctica del "principio falso de los negocios" se convirtió en un estadio de transición del estado de poder manifiestamente rudo y brutal al estado más oculto y disfrazado y autorizado como moral que hoy denominamos "cultura moderna". La ley de Moisés: "ojo por ojo y diente por diente" se manifiesta hoy en forma del sistema jurídico y la administración de justicia. "El deseo de castigo" y "de venganza" entre los individuos todavía está vigente de una manera tan abrumadora que sigue teniendo que ser regulado o autorizado por las autoridades, para que no se desencadene en una pura anarquía violenta y bárbara. El deseo de usurpar y poseer los bienes y el oro del prójimo todavía está presente en los hombres terrenos en un grado tan dominante, que ante él uno también tiene que protegerse por medio de la ley de Moisés o del "reconocimiento del castigo" del "Antiguo Testamento". De hecho, vemos incluso que éste no ha podido con el instinto primario, rudo y animal que se encuentra en el hombre, que lleva al que lo cobija a apoderarse de bienes y comodidades sin tener en absoluto en cuenta lo mucho que esto puede costar al medio o al prójimo de pérdida de libertad y bienestar. Disfrazando la usurpación de los bienes, valores o propiedades del prójimo como "negocio" se mantuvo un canal o camino abierto a través del cual se podía seguir saqueando y robando a su prójimo y seguir conservando el predicado "un hombre honrado". Ciertamente, este disfrazar se desarrolló tanto que los robos y fraudes disfrazados hechos al prójimo, como ya hemos dicho repetidas veces, fueron directamente protegidos por la ley. Y esta autorización se convirtió en el fundamento de toda la civilización de la humanidad actual.


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