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Por qué no hay que perseguir a los judíos  1326. Por consiguiente, no hay ninguna razón en absoluto para que ningún otro pueblo o ninguna otra raza persiga al "pueblo judío" por su vínculo con "el principio falso de los negocios". "La cultura de la cuenta bancaria" o "el principio del usurero" anima, como aquí hemos visto, a todo el mundo. Ningún pueblo ni ningún estado "civilizado" puede hoy proclamarse libre de esta cultura o de este principio. Dicha cultura o dicho principio domina totalmente su vida cotidiana, es el fundamento de su "política", de sus organizaciones militares, del mismo modo que, como ya hemos dicho, también es el fundamento de sus diferencias físicas de clase o clasificación por clases. Este principio convierte al hombre en lázaro o mendigo o bien en creso o muy rico. Determina la posición social del ser y su acceso a la admiración y respeto de la colectividad, la prensa o el público y su calidad de miembro de "la buena sociedad", es decir, del "poder del capital", de "la clase alta", de "la burguesía", o sea, de la parte de la humanidad que hoy es más "judía". En virtud de su posición social favorecida, ¿no tienen los hombres de esta clase que creer precisamente que son "los elegidos de Dios"? Un estado o un pueblo en una posición semejante ¿no tienen que creer que son "los elegidos de Dios"? No, no crean que "el pueblo judío" es un fenómeno único, no crean que "los judíos" son un "paria" entre las naciones. Cuanto más se los juzga, más se juzga uno a sí mismo y revela su propia ignorancia total sobre la evolución o paso de la humanidad por el ciclo, si no se revela directamente que la eventual indignación de uno es envidia disfrazada de que este o aquel "judío" haya adquirido, precisamente, la posición social, los bienes o una "cuenta bancaria" que uno había deseado con toda su alma o había luchado por conseguir. Si uno hubiera llegado a esta posición, no habría, naturalmente, nada en su conciencia que hubiera reaccionado calificándolo de "judío", por no decir "usurero", tal como ahora se califica la situación, porque pasó por delante de él y se convirtió en el destino de su prójimo. No, hay que recordar siempre la gran miopía o ceguera que se hace valer cuando se trata de escudriñar o juzgar los propios defectos, y la enorme agudeza visual que domina cuando son los defectos del prójimo lo que se quiere poner de relieve. Se sigue sin ver "la viga" en su propio ojo, mientras es inmensamente fácil ver el más ínfimo incidente microscópico o "la astilla en el ojo de su hermano". No, el principio que ha convertido el nombre del "pueblo judío" en una palabra injuriosa no es en absoluto nada especialmente judío, del mismo modo que tampoco nunca se convertirá en nada especialmente "europeo", "americano", "ruso" o "chino" o parecido. No es un rasgo distintivo de ningún pueblo concreto en absoluto, sino un estadio inevitable de cada ser y cada pueblo en su paso, en el ciclo, de "animal" a "hombre". Sólo la ignorancia y la ingenuidad son la razón de toda afirmación que ponga otra cosa de relieve.


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