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Comienza a brillar la luz que, en forma del "Antiguo Testamento", se convirtió en la intervención de una mano divina en la ley del karma y llevó la retribución del barbarismo libre y bruto y el abuso del poder a un camino obligatorio a través de las autoridades y la justicia  1318. En aquel momento comenzó a brillar en la esfera terrena el rayo de luz que posteriormente arrojó su resplandor hasta nuestros días en forma del "Antiguo Testamento". Este rayo de luz se convirtió en las manifestaciones y promesas proféticas, las leyes de Moisés y la práctica de la moral que hoy domina toda la existencia humana terrena con el concepto "negocio". Esta existencia ya no se basa en "tomarse la justicia por su mano" de una manera directamente legal o autorizada. A los individuos les está prohibido matarse, asesinarse, vengarse y castigarse mutuamente. Estos fenómenos se han confiado a un "gobierno", a una "autoridad" o "administración de justicia". Un poder divino ha extendido así su mano en ayuda hacia las llamas del "infierno" humano terreno para apagar su fuego. Y la humanidad ha avanzado, de este modo, un paso en dirección a las cimas del amor.
      Cuando la Providencia, de este modo, intervino en el karma de muerte y asesinato humano terreno y refrenó su despliegue o lo llevó por caminos más limitados, de modo que de poder desplegarse por medio de cada individuo concreto de la colectividad pasó en gran medida sólo a poder imponerse a través de una autoridad especial, acreditada o de la denominada "administración de justicia", la existencia tuvo, obvia y naturalmente, que tomar otro camino totalmente distinto, tanto para las naciones como para los individuos concretos de la colectividad. Estos individuos se vieron, de este modo, precisados u obligados a dominar y refrenar cada vez más su deseo de venganza y sus tendencias al asesinato. Se hizo evidente que asesinando a otros ellos también serían asesinados (condenados a muerte) por las autoridades, del mismo modo que estas autoridades también podían intervenir en otras ocasiones y hacer pagar las acciones desagradables hechas contra el prójimo con las mismas molestias (condena). Si uno, por consiguiente, ahora se apropiaba con violencia de algo de la propiedad del prójimo, oficialmente ya no era ninguna "hazaña", ahora era, en cambio, algo que se consideraba como lo contrario, o sea, como un "delito". Ahora era "robo". Y en una situación así las autoridades obligarían a uno no sólo a devolver el bien "robado", sino que también se le infligirían ciertas molestias o la denominada "condena" por lo que había cometido. De esta manera, la mano divina ponía un dique al principio de la retribución. El despliegue de la ley del karma fue puesto, hasta cierto grado, en unos caminos determinados autorizados por la misma humanidad terrena.


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