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Por qué se llegó al cansancio de la vieja, bárbara, abierta e independiente "moral de la venganza de un asesinato" y de "la moral del robo" y se fue receptivo para nuevos dioses y nuevas formas morales  1317. El cansancio de la vieja moral de venganza no fue tanto por amor al prójimo sino más bien por amor a uno mismo. Los deseos de poseer y apropiarse de los bienes y privilegios especiales de este prójimo seguían estando muy vivos. Que eventualmente los perdiera y expusiese la vida para defenderlos y conservarlos para sí mismo y sus seres más cercanos todavía tenía muy poca importancia para la gran mayoría. La conciencia habitual del antiguo culto a Dios todavía era tan fuerte y natural en esta mayoría que refrenaba todo sentimiento de compasión con el prójimo, si, en resumidas cuentas, algo así había comenzado a brotar en la mentalidad y pensamiento todavía fuertemente animal de estos seres. El cansancio de las divinidades antiguas y la antipatía hacia ellas se mantenía y estimulaba, al contrario, exclusivamente por la circunstancia de que la sangrienta forma de vida que causaban los procesos originados por el regreso de los actos o karma llegó a ser tan dominante, que nadie podía sentirse seguro de mantener su existencia o de poder experimentar la clara luz del sol, cosas ambas que, sin embargo, después de todo se deseaba en alto grado conservar. La retribución por las sangrientas matanzas del prójimo a lo largo de varias vidas acechaba por todas partes. No acechaba solamente en los ojos y el deseo de pueblos y guerreros extranjeros, sino que poco a poco era tan molesta que frecuentemente acechaba en el pensamiento y la mentalidad de los más próximos. La propia descendencia se convertía en quienes más lo envidiaban a uno y quienes más atentaban contra uno. Se convirtieron en los más importantes medios de la ley del karma o instrumentos de retribución del principio del asesinato, el homicidio o la venganza. De hecho, estos seres se convirtieron en la mismísima culminación de la ley del karma en la retribución por vidas exterminadas. Dichos seres hicieron de la vida cotidiana una esfera de verdugos. Crearon una zona de existencia donde no sólo tenía que temerse a los que habitualmente tenían que considerarse como enemigos de muerte, sino también a todos aquellos que eran los amigos de uno, que estaban más cercanos. Los padres, los hermanos, el cónyuge y la descendencia estaban todos predestinados a ser "los verdugos" de uno. La necesidad de ejecución, el deseo de aniquilar a uno era una fuerza dominante. No existía una oposición mayor a la verdadera vida, un contraste mayor a la propia esfera del amor. No es extraño que los seres aquí gimieran en un permanente temor a la muerte que socavaba la alegría de existir. No es extraño que se escrutase en busca de otros dioses, de otras formas de moral.


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