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(1053-1590) 
 
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La zona del principio mortífero es un "laboratorio químico-cósmico" en el que el hijo de Dios tiene entrada libre a todas las formas de refinamientos con respecto al despliegue del contraste al amor al prójimo o culminación del egoísmo  1290. Imagínense qué centro de enseñanza tan refinado y genial es la esfera humana terrena en el plan divino del universo con respecto a proporcionarle al hijo de Dios un conocimiento totalmente perfecto o genial del ámbito de la oscuridad o de los efectos de la infracción de las más altas y fundamentales leyes de la vida. En verdad que no se ahorra absolutamente nada cuando se trata de enseñar al hijo de Dios o proporcionarle vivencias y experiencias. Se convierte en millonario, multimillonario, se ponen cientos o miles de hombres a su disposición como sus siervos o esclavos subordinados, pudiendo apropiarse de la mayor parte de frutos de sus habilidades y mano de obra y, con ello, no sólo puede evitar cumplir su propio deber de trabajar a favor del interés comunitario de la sociedad, sino que también puede directamente abandonarse hasta la muerte en el desenfreno y la holgazanería, si su evolución lo exige. Además, puede cosechar fama, honor y admiración o aplausos hasta la ovación por una aparición lujosa o la puesta en escena de "pasatiempos agradables", que sólo puede mantener en virtud del sudor, las lágrimas y privaciones de sus subordinados, si es necesario para su continuación o paso por el ciclo o su evolución en la comprensión de la realidad o verdad absoluta de la vida misma. Imaginen qué libertad mental de movimientos tan ilimitada que también se le ha dado allí donde se manifiesta como una máquina de muerte refinada de acero, carne y sangre y que, como un yo gobernando un barco acorazado, un tanque de guerra o un bombardero, devasta ciudades y la vida y los bienes de miles de semejantes. Imaginen qué visión del interior de la oscuridad o "infierno" se le ha dado aquí la posibilidad de ver. De los montones de escombros de las ciudades destruidas se sacan cientos, es más, quizá miles de heridos moribundos y mutilados, que luego tienen que ir alrededor cojeando más o menos y ayudándose de pedazos y trozos todavía utilizables del organismo anteriormente tan magnífico de que cada uno estaba provisto. Los ciegos, los mancos y los cojos, que se apoyan en muletas o miembros artificiales, que son conducidos en sillas de ruedas por familiares desconsolados y llorando, o que están totalmente abandonados a la voluntad de personas extrañas, fuera de la mirada fogosa de todos los ojos amorosos y sin poder ellos mismos ofrecer una sonrisa o un apretón de manos amable, constituyen las distinciones que el soldado victorioso recauda en "el campo de la gloria" como coronas de laureles y condecoraciones doradas por el hecho de haber originado todo esto.
      Imaginen qué "laboratorio químico-cósmico" tan refinado es la esfera física del hombre terreno. No hay literalmente nada a que el hijo de Dios no tenga acceso con respecto a desencadenar lo contrario al amor al prójimo. Nada es demasiado costoso, ni por lo que se refiere a materia ni a seres vivos, cuando se trata de satisfacer la ambición del hijo de Dios. Tiene permiso de apropiarse de riquezas inmensas usurpando y explotando el derecho de sus semejantes al fruto de su trabajo. Tiene permiso de reducir a escombros ciudades, templos, iglesias, palacios, escuelas, museos, obras de arte, fábricas y viviendas. Tiene permiso de matar a miles de seres cualquiera que sea su raza o especie, ya se trate de animales u hombres, ya se trate de "delincuentes" o "santos", ya se trate de trabajadores intelectuales o trabajadores manuales, si esto es necesario para su evolución. Y además puede engañar a su cónyuge. Puede desear a la mujer de su prójimo y, a su vez, engañarla. De hecho, como hombre terreno puede decidir por sí mismo si quiere apuñalar, disparar o bombardear. Puede decidir por sí mismo si quiere mentir, calumniar o traicionar. El material o los objetos para la satisfacción de sus deseos estarán siempre abundantemente a su disposición, si son necesarios para su evolución. De este modo no se le niega nada en absoluto en su realización y disfrute de la manifestación sangrienta del "principio mortífero".


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