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Cómo el juicio con que juzgamos a otros es el juicio sobre nosotros mismos  1247. Que frente a estos seres "castigo" y "venganza" no puede ser lo mismo que verdadera "justicia" se convierte así mismo aquí en un hecho. "Castigar" a un ser por algo que no conoce tiene, como mínimo, que ser un "delito" igual de grande que aquello por lo que se "castiga". Pero así las palabras de Cristo que dicen que "con el mismo juicio que juzgareis habéis de ser juzgados" también se convierten aquí en una verdad científica. El que "castiga" a un ser, ya sea con palabras poco amistosas o inflingiéndole sufrimientos puramente corporales se hace culpable del desencadenamiento del mismo principio con que él y el estado "juzgan" y "castigan" a "los delincuentes". Si sus "hermanos más jóvenes" en la escala evolutiva son "delincuentes", porque actúan de acuerdo con su propio "concepto de justicia", entonces tanto el estado como los ciudadanos cumplidores de la ley también son "delincuentes". También actúan de acuerdo con su "concepto de justicia". Toda forma de juicio sobre otros seres considerándolos "delincuentes" es, por lo tanto, un juicio absoluto sobre el propio ser del que juzga. Su juicio revela totalmente lo que comprende y lo que no comprende. Muestra totalmente su propio estándar moral. Como en sentido absoluto no pueden existir "delincuentes", todo aquel que juzga a otro ser de tal comete con este juicio una "injusticia" contra el otro ser. Lo califica de algo que no es. Y el ser que juzga se revela a sí mismo con su juicio como culpable de la misma infracción de la ley que aquella, en virtud de la cual ha estigmatizado a otros seres como "delincuentes". En verdad, sólo "el que de vosotros que se halle sin pecado, tire la primera piedra".


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