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(1053-1590) 
 
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La sociedad "punitiva" moderna exige que espiritual o moralmente todos los hombres vayan en la misma dirección y ella misma es la transgresora más grande de la ley, que con "castigo" y "ejecución" exige que sus habitantes cumplan, y, con ello, entra en colisión con "el cristianismo"  1244. Pero esto se presenta de una manera totalmente distinta cuando se trata de la manera corriente que un hombre ve a su prójimo, su entorno o las leyes de la sociedad, dicho brevemente, a todo lo que se agrupa con el nombre de moral. Aquí se exige, en realidad, que todos los hombres tengan la visión autorizada del "grupo" o de la sociedad, que, a su vez, está precisada más detalladamente en el sistema de leyes jurídicas. Quienes no tienen esta forma de ver las cosas y, por consiguiente, tienen que estar en desarmonía consigo mismo al tener que aceptar y cumplir la concepción y las leyes de dicha forma de ver las cosas, y no siempre pueden observar la ley tal como se exige para ser un "buen ciudadano", es decir, "un buen miembro del grupo" son, por consiguiente, considerados "delincuentes". Se da por descontado que todos los seres tienen que poder dominar a la perfección el arte o la disciplina que consiste en cumplir el sistema de leyes jurídicas del estado y, así, ser un "buen miembro del grupo" o un "buen ciudadano" en "el grupo" o sociedad especial en que se ha nacido. Y el respeto de esta exigencia es promovida exclusivamente en virtud de "establecimientos penales" o "correccionales" dentro de cuyos muros, por lo tanto, se "corrige" y "castiga" a los "delincuentes". Mientras estos "centros correccionales" y "establecimientos penales" respondan a su nombre y dentro de sus muros todavía se "castigue" a nuestros "hermanos menores" en la evolución con "pan y agua", "prisión sombría", "celda individual", "trabajos forzados", "castigos corporales" y otras cosas directamente peligrosas tanto para la salud del alma como del cuerpo y, además, se degrade y mortifique a estos seres vistiéndolos con los tradicionales "trajes de presidiarios", dejando aparte que en el peor de los casos son ejecutados o matados, la sociedad todavía es la gran estimuladora del "odio" y "el castigo", y por lo tanto estimuladora de exactamente lo mismo de que, precisamente, juzga y "castiga" a los delincuentes. La sociedad "punitiva" moderna es, así pues, ella misma un delincuente, por no decir que todavía es un "pagano" que no conoce en absoluto las leyes más fundamentales del humanitarismo o amor al prójimo. Mientras la sociedad, el estado o la nación mantenga económicamente cientos de iglesias y casas de Dios con los correspondientes miles de sacerdotes autorizados para que éstos cada domingo y día festivo anuncien a los ciudadanos de la sociedad que no tiene que "vengarse" de su prójimo, sino que al contrario tienen que "perdonarlo" y "dar la mejilla derecha, etc.", es más, que tienen que "amarlo como a sí mismos" y, además, deja que los mismos sacerdotes anuncien que "quien a espada mata, a espada morirá", esta sociedad sólo expresa en sumo grado el estadio mental o mentalidad del "fariseo". Ama "de palabra y con la boca" pero no "con obras y en verdad". Deja que se predique humanitarismo y amor a sus ciudadanos al mismo tiempo que hace leyes con las que obliga a cada hombre a ser "soldado", a ser "guerrero" y, con ello, lo obliga a colaborar en la matanza de "los enemigos" del estado y a destruir sus bienes cuando esta sociedad o estado lo estima conveniente, y así mismo "se venga" de sus propios ciudadanos con las instituciones punitivas nombradas cuando igualmente lo estima conveniente. El estado predica, de este modo, moral y humanitarismo pero acomoda su vida puramente práctica al ejercicio del "odio" y del "castigo". "El cristianismo perfecto" no se encuentra, así pues, en absoluto en la estructura del estado en sí o en su administración. Las presuntas "naciones cristianas" modernas no pueden hacerse el desentendido con respecto al "estadio pagano". Todavía son, de modo correspondiente, "estados paganos".


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