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(1053-1590) 
 
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Por qué el principio y el ser de la autofecundación tenían que ponerse fuera de juego y tenían que surgir las dos especies sexuales: "el hombre" y "la mujer". El comienzo de la iniciación del ser vivo en el misterio del conocimiento  1199. Así pues, según "Livets Bog", comprendemos aquí lo necesaria que era esta "expulsión", esta transformación de "Adán" o del ser vivo, comprendemos cómo esta transformación era exclusivamente el plan divino mismo. No era bueno que el ser fuera un ser "durmiente". No era bueno que el hombre "estuviera solo". No era bueno que el ser vivo no deseara a otro ser. Era mejor que el ser vivo también existiera "para otro ser", que fuera deseado por "otro ser". Pero para que pudiese llegar a ser un objeto del deseo de otro ser, y para que este otro ser pudiera llegar a ser deseado por él, el principio y el ser de "la autofecundación" tenían que ponerse fuera de juego. La fecundación, es decir, el disfrute de la vida, tenía que hacerse depender aquí de otro ser. Este otro ser tenía que convertirse en el centro de interés de la vida y en el punto fijo. Pero como este otro ser no existía, tenía que "crearse", es decir, hacer que surgiera. Y aquí nos encontramos con uno de los jalones fundamentales en el paso del ser por el ciclo de espiral. Nos encontramos en la encrucijada entre el dominio de "la autofecundación" y de "la fecundación ajena", que, a su vez, quiere decir las zonas de "la luz" y de "la oscuridad" respectivamente, aquí estamos nada menos que junto a la transformación del ser para la estimulación del "principio mortífero", estamos junto a la creación de la primera forma de "seres de la oscuridad". El ser "que se fecunda a sí mismo" o "la especie sexual" única se convierte en dos "especies sexuales": "seres masculinos" y "seres femeninos". Por consiguiente, el viejo "Adán" ya no existe. Tuvo que "morir la muerte" para que "el hombre" y "la mujer" pudieran nacer. Y este "nacimiento" fue el comienzo de la iniciación del ser vivo en "el misterio del conocimiento". Fue el plantar el contraste de la luz o "el linaje de la serpiente" en el corazón del ser vivo. Fue la abertura de la puerta a "las alegrías de la oscuridad". El hijo de Dios podía abandonar a su Padre.


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