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(1053-1590) 
 
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"Adán" o la primera especie de seres del "Paraíso Terrenal" se "autofecundaban"  1190. Durante dicho "sueño profundo", es decir, durante "el estadio de planta", sucedió que Dios creó a "Eva". Pero no la creó de "barro" (sustancia mineral transformada), tal como había hecho a "Adán" de esta sustancia, sino que, al contrario, la creó de "la costilla de Adán". La tradición divina heredada del pasado subraya aquí que había una diferencia en la aparición o surgimiento de "Eva" y "Adán" en la zona física. "Adán" fue creado de "barro". "El barro" expresa "el suelo o tierra" que está formado por la sustancia mineral transformada que hemos citado. "La Biblia" dice, así pues, que "Adán" creció directamente del "suelo o tierra". "La planta", cuya evolución pasó poco a poco por el reino animal y resultó en el hombre terreno que aparece ahora, creció, de este modo, como "la planta" común de hoy del "suelo o tierra". Pero como ya sabemos, en su primer estadio este "Adán" no era un "ser especialmente masculino", sino que como hemos dicho era un ser o forma de vida en la que el principio "femenino" y el principio "masculino" estaban en equilibrio. Y este equilibrio tenía, naturalmente, que caracterizar las funciones vitales de este "Adán". Como consecuencia de ello tenía, entre otras cosas, que "fecundarse a sí mismo". Pero este fenómeno está al cien por cien de acuerdo con los análisis cósmicos de la vida. "Autofecundarse" es, según su más alto principio, lo mismo que no depender de sus semejantes. El ser que se "fecunda a sí mismo" puede enriquecerse a sí mismo con los bienes que necesita. Su vida y existencia, tanto la supervivencia de su especie como su alimento, no dependen de sus semejantes, de su humor y antojo. De hecho, "Adán" o el ser vivo en este estadio no conocía, incluso, nada sobre "la oscuridad" o el denominado "mal". El ser o la forma de vida todavía vivía totalmente en "la luz" o en el denominado "bien". No tenía que "comer el pan con el sudor de su frente" ni "dar a luz a sus hijos con dolor", no conocía ningún "dolor" en relación con "la concepción", del mismo modo que el mundo, en el que ahora había entrado, todavía no tenía ninguna "maldición" que pudiera actuar sobre sus sentidos o experiencias. La parte de "la autofecundación" que, de otro modo, vemos en ciertas "formas de plantas" actuales sólo es, así pues, una parte muy modesta del gran "principio que rige la autofecundación", que en su análisis supremo o culminación es nada menos que la propia "conciencia cósmica" en su culminación.


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