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(1053-1590) 
 
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Por qué la interpretación de la verdad para la persona simple le crea incredulidad al ser que aparece únicamente con su inteligencia, mientras que al sabio altamente intelectual le es fácil de comprender  1185. Todo esto no significa, naturalmente, que el intelectual corriente, es decir, el ser frío e inteligente pueda ver esta verdad oculta en el relato o cuento de hadas. Aquí sucede que las palabras de Cristo: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" expresan una verdad científica. El intelectual corriente o ser frío e inteligente, que ya no tiene "instinto" religioso, sólo puede ver la fría y sobria forma literaria de cada revelación de la verdad adaptada a la persona simple. Y como esta forma literaria no está, evidentemente, formada de modo que exprese un detallado análisis externo y científico, el ser inteligente rechaza esta revelación como un dogma sin sentido. Y como él mismo todavía no conoce la auténtica verdad y no tiene capacidad para encontrarla por él mismo en la propia vida, este ser se convierte en lo que llamamos un "materialista", un "incrédulo" o "ateo", que es lo mismo que "uno que niega la verdad". Los sabios, que por experiencia personal hace tiempo que están familiarizados con la realidad o verdad absoluta de la vida misma y, por lo tanto, no dependen de las formas lingüísticas o terminologías de otros, ven fácilmente la verdad brillar a través de esta o aquella terminología o forma lingüística en la que verdaderamente se encuentra, indiferentemente de lo simple que esta forma lingüística haya sido formulada por quien la ha originado. Y lo mismo sucede cuando se trata de los dogmas o las tradiciones milenarias de "la Biblia", todas ellas conteniendo la verdad, pero interpretada de modo que pueda percibirse por la persona simple como verdad, y cree fe y confianza en la vida, y por el sabio como un alegre reconocimiento de su propia identidad interior con la verdad.


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