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Las palabras de Dios a "la serpiente" y su cumplimiento como una bendición para la humanidad  1181. Pero las palabras divinas a "la serpiente", a "Eva" y a "Adán" en "el Paraíso Terrenal" también confirman en sumo grado la clarividencia cósmica sobre el misterio de la vida, sobre el principio eterno e inalterable que la rige y, con ello, sobre los análisis cósmicos de la vida. ¿Qué le dijo Dios a "la serpiente"? Lo que le dijo a este primer redentor de la humanidad, ¿no fue en sumo grado sabiduría, aunque el mundo luego lo denomine "castigo"? ¿No fue una predicción de "causa" y "efecto"? Lo que se le dijo a "la serpiente", ¿no fue lo siguiente: "Porque has hecho esto serás maldita entre todos los animales y bestias salvajes del campo, andarás arrastrándote sobre tu pecho, y tierra comerás todos los días de tu vida. Yo pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo. Éste quebrantará tu cabeza y tú le herirás en el calcañal"? "La serpiente", era, claro está, el ser principal, el ser más ilustre, el más genial del principio denominado "disfrute del árbol de la ciencia". Desempeñaba el papel de conducir a los otros seres al mismo perfecto "disfrute del árbol de la ciencia". Como este "disfrute", es decir, el despliegue del principio mortífero da como resultado la culminación de la oscuridad mental y corporal, del asesinato, la muerte y la mutilación para cada uno de los que lo practican, es nuevamente la verdad eterna la que se nos presenta aquí como "la voz de Dios en el Paraíso Terrenal".
      Naturalmente tenía que surgir "la enemistad" entre "la mujer" y "la serpiente", entre "el linaje de la mujer" y "el linaje de la serpiente". Naturalmente, más tarde, en un cierto estadio, los ignorantes "Adán" y "Eva", tenían que indignarse contra el ser que había estimulado su necesidad y deseo del "disfrute del árbol de la ciencia" cuando gimieran bajo los dolorosos efectos y tormentos de este disfrute. Naturalmente tenían que "maldecir", es decir, odiar a este representante supremo de "la oscuridad" y de los sufrimientos mucho más de lo que "maldicen" u odian a "los animales salvajes del campo". Y "la serpiente", este colaborador supremo de la Divinidad o instrumento para el descenso absolutamente necesario de los seres a la zona del conocimiento y las experiencias oscuras, este bienhechor divino de la humanidad, ha sido clavado desde hace tiempo por esta misma humanidad a la negra cruz de la ignominia, del odio y de la infamia, aunque estos seres en gran medida no pueden prescindir de su enseñanza, siguen viviendo de sus palabras a "Eva". ¿Quién bendice hoy a la Divinidad por esta mano suya, que dirige y orienta a través de ciertas zonas vitales de la espiral, en forma de "la serpiente"? ¿Y quién piensa hoy con comprensión, agradecimiento y amabilidad en los redentores del mundo de esas zonas? "Diablo", "Satanás", "el mal" y conceptos parecidos, ¿no se han convertido en la culminación de las palabras injuriosas de la humanidad? Pero aquí está en vigor la misma tradición que en la crucifixión del Cristo blanco o redentor del mundo luminoso: "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen". Aquí estará bien recordar las palabras divinas: "Así pues, quien cree estar en pie, procure no caerse". Resulta que es más fácil dejar de crucificar al Cristo blanco que perdonar a los representantes de las zonas oscuras. Y también vemos que esta enemistad entre "el linaje de la serpiente" y "el linaje" de "la mujer" culmina en la hoguera mental y física del mundo, que la danza de muerte, el llanto y crujir de dientes, que se ha anunciado como "infierno", como "día de juicio final", brama en estos momentos sobre los continentes y océanos, por el aire y bajo el agua de la Tierra. Por todas partes gime una humanidad herida y mutilada. "El linaje de la serpiente" la está "hiriendo en el calcañal". Pero "la serpiente" tenía, claro está, que "comer tierra todos los días de su vida", es decir, comer los organismos de otros seres separados de su yo u origen, que, a su vez, es lo mismo que "cadáveres" formando parte de "la tierra" o "el polvo" del que todos los organismos han surgido y al que han vuelto a partir del momento que se han separado del yo de su origen. Este "comer tierra" de "la serpiente" tenía, incluso, que ser tan fuerte que iba a llevar a "la serpiente" a "arrastrarse sobre su pecho", es decir, a vivir según este interés animal por la comida "todos los días de su vida" (el resto de su vida en la culminación del reino animal). Por medio de las formaciones en forma de olas estrepitosas, rutilantes y mortíferas del "día de juicio final", las energías de "la muerte" también acabarán tanto con este interés más importante, que es animal y todo lo domina, de "la serpiente", como con todos los otros fenómenos mortíferos, vengadores y mutiladores de su esfera de deseo. Su cabeza se "quebrantará".
      Pero esto, ¿no es acaso una bendición muy deseada tanto por la propia "serpiente" como por el hombre terreno? ¿No gritan todos los hombres hoy que se "quiebre la cabeza de la serpiente": la conciencia animal, la tendencia animal en ellos mismos que es la causa de todos los tormentos del mundo? ¿No gritan en busca de "la paz", "el humanitarismo" o "el amor" y no comienzan a ver en estos fenómenos la mayor bendición divina? ¿Por qué no tendría que hacer la serpiente lo mismo? Es un "hijo de Dios" exactamente igual que todos los otros seres vivos y está sometida a las mismas leyes de la vida o el mismo ciclo de espiral. "La serpiente" o los redentores del mundo sólo divergen de los hombres terrenos por el hecho de que han avanzado más en la espiral que éstos y, debido a ello, también tienen que haber vivido hasta haber sentido asco del "disfrute del árbol de la ciencia" en una época de manera correspondiente anterior a la de dichos seres. Esto también los puso, por consiguiente, en condiciones de ser redentores del mundo o guías de la humanidad terrena en su camino hacia la luz, alejándose del principio mortífero.
      Las palabras divinas a "la serpiente" en "el Paraíso Terrenal" fueron, así pues, una revelación de la eterna luz resplandeciente de "la verdad", que es "amor", y no una amenaza de "castigo", "persecución" o "venganza". La Divinidad eterna, que es "amor universal", no puede ser simultáneamente un rencoroso o un vengador.


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