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La necesidad del principio denominado redención del mundo nos muestra que la creación de "Adán" y "Eva" no es ni fue "la creación" momentánea "por milagro"  1165. Este gran principio divino tiene, así pues, como objeto "dirigir" a los seres en las dos grandes esferas en que tiene lugar "la habituación" a "la oscuridad" y "la habituación" a "la luz". Su misión no puede expresarse de manera más correcta que precisamente con las propias palabras del redentor del mundo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Que "el principio de la redención del mundo" es "el camino" muestra, claro está, que "la habituación" a "la luz", es decir, la formación de la propia fuerza del ser para ver (la formación del Adán y Eva paradisíacos) no es o no fue un fenómeno instantáneo, algo que sucede o sucedió de manera milagrosa como la revelación de un relámpago. Esta "habituación" es un "camino", es una distancia que hay que recorrer. Y es, precisamente, este recorrer la distancia lo que se impone en todo panorama con que nos confrontemos. En cada nuevo horizonte los detalles de la periferia más exterior empezarán siempre como "instinto", "percepción vaga" o "suposición", para convertirse más tarde en "hecho", es decir, en "conocimiento-A" y luego convertirse, a su vez, en "conocimiento-B" y "conocimiento-C".


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