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El principio que rige la facultad física de la vista de los seres se repite en la percepción del ciclo de espiral  1163. Pero cuando el ser no intelectual o primitivo no puede comprender una interpretación altamente intelectual de la verdad, tiene que tener una explicación menos intelectual, es decir, una interpretación de la verdad especialmente adaptada a la pobreza intelectual de su etapa intelectual, sin que se haga mella en el más profundo análisis básico de esta verdad o con ello se convierta en "mentira". El alto análisis intelectual de la verdad absoluta es la mayor luz de la vida. Y ante la luz, el ojo, el órgano más noble por medio del que se puede percibir la luz del día, tiene generalmente, claro está, que adaptarse. Esta adaptación tiene lugar por medio de la dilatación y contracción de la pupila. Cuando el ojo está expuesto a una luz demasiado fuerte es deslumbrado hasta que la pupila se ha contraído tanto que la luz puede soportarse y se puede ver, del mismo modo que lo contrario tiene lugar cuando repentinamente uno se encuentra ante una luz menos fuerte. En este caso la vista también se debilita, hasta que la pupila se ha dilatado tanto que de nuevo hay contacto entre la vista del ser y la luz. En el primer caso todo se convierte en una luz sin detalles, mientras que en el último caso todo se convierte en oscuridad sin detalles. Y es precisamente este principio el que también se impone en la observación y experimentación de la luz eterna, que todo lo penetra, de la verdad absoluta por el ser vivo. Cuando el ser, en la gran zona divina de luz mental de la espiral (el mundo divino), comienza a sentirse atraído por los contrastes de esta luz, es decir, por la zona de culminación suprema de la oscuridad mental (el reino animal o dominio del principio mortífero), en las primeras zonas tampoco puede ver los detalles en "la oscuridad" hasta que sus sentidos se hayan "habituado" lentamente. Pero poco a poco, a medida que "la habituación" a la oscuridad avanza, se dispersa la oscuridad, y los detalles de sus zonas se revelan. Cuando el ser es atraído de nuevo de las zonas de la oscuridad a las regiones de la luz, tampoco puede inmediatamente ver los detalles de la luz hasta que poco a poco la habituación va avanzando. Y aquí se repite ante nosotros completamente el principio que rige la facultad física de la vista en el propio ciclo de espiral que, de este modo, sólo es según su principio más importante una "habituación a la luz" y una "habituación a la oscuridad".


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