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¿Quién es nuestro "prójimo? "El amor al prójimo" es otra forma de amor que la simpatía hacia "el sexo contrario"  1132. ¿Pero qué pasa entonces con un ideal así? No puede dejar de entrar en conflicto con las tradiciones matrimoniales corrientes. El nuevo ideal no dice, claro está, "amarás a tu esposa como a ti mismo". Tampoco dice "amarás a tu esposo como a ti misma", sino que dice claramente "amarás a tu prójimo como a ti mismo". No se trata de que ser "esposa" o "esposo", "hermana" o "hermano" o de otra manera ser de "la familia" de éste o aquél sea lo que condiciona que uno sea amado por el ser en cuestión como éste se ama a sí mismo. Aunque se sea un "extraño", uno tiene que ser amado por este ser. Lo único que queda como el fundamento que condiciona que uno sea amado por su "prójimo" como se ama a sí mismo sólo es exclusivamente que uno es un "ser vivo" y se encuentra en la zona de manifestación del ser concerniente. La condición para que uno ame a un ser como se ama a sí mismo es, claro está, que el ser en cuestión sea "el prójimo" de uno, lo cual quiere decir que sea el ser o los seres que, en el estricto sentido de la palabra, se encuentran más cerca de nosotros en el espacio físico, indiferentemente de dónde nos encontremos. De dos seres, el uno de los cuales se encuentra en nuestra inmediata cercanía y el otro a una distancia de cien kilómetros, el primero de ellos es nuestro "prójimo" y tiene derecho a nuestro "amor". Si está enfermo y es desdichado y necesita nuestra ayuda, transgredimos la ley del amor al prójimo si según nuestras posibilidades no lo ayudamos del modo en que nosotros mismos desearíamos ser ayudados, si fuésemos nosotros los que estábamos en situación de necesidad. Y la ayuda tiene que ser igual de efectiva, ya sea nuestro "prójimo" un animal o un hombre, pero, naturalmente, adaptada intelectualmente al estadio de vida natural de cada uno de los dos seres. En caso contrario, no es "amor" lo que desplegamos, pero más tarde volveremos a esto. Lo que hace que el ser tenga derecho a nuestro "amor" y pueda exigirlo, junto con la ayuda en la necesidad, es que el ser es nuestro "prójimo" y, de este modo, nosotros somos los seres que se encuentran más cerca de él.
      En "la parábola del buen samaritano" lo que hizo que éste ayudara al que estaba necesitado no fue que fuera su "esposa" o su "hermano", ni que de otra manera fuera de su familia, sino exclusivamente que él era el que estaba más "próximo" al necesitado. Comprendió que sin su ayuda el necesitado sucumbiría a sus heridas y sufrimientos. Para él ésta fue la razón decisiva para ofrecer su ayuda a un ser con el que no estaba emparentado. Aquí vemos que el redentor del mundo muestra un "amor" que no tiene nada que ver con "el parentesco de familia". Y el mismo gran redentor del mundo, ¿no dice en otra ocasión que "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por su prójimo"? No tenemos, así pues, otra salida que aceptar que "el amor", que a través de la "Biblia" y otros libros santos, y tanto a través de los más grandes sabios de la humanidad como del propio principio de la redención, se prescribe como el absolutamente único ideal que salva a la humanidad, es otra forma de "amor" que el que exclusivamente puede desplegarse hacia "el sexo contrario".


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