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La diferencia entre el parentesco con la Providencia y el parentesco entre los hombres terrenos  1130. Es fácil ver aquí que no puede ser esta forma de "parentesco de familia" con el Padre divino la que, como una propiedad intocable para otros, nos ha regalado "la bienaventuranza" o un "aposento privado" en forma de una "copia de oro" eterna del universo o cosmos vivo que existe fuera de nosotros. "El amor" de que aquí se habla no se le ha regalado a ningún "ser vivo" a base de un "parentesco de familia", existente de manera especial entre este ser y el Padre o Providencia, a base de una familia de la que otros "seres vivos" no son miembros. Todos "los seres vivos" poseen dicho regalo de manera adecuada a cada uno. No puede hablarse, así pues, de ninguna forma en absoluto de favoritismo. "El parentesco de familia" con la Providencia difiere, por consiguiente, de todas las otras formas de "parentesco de familia" por el hecho de que no da en absoluto lugar a ningún favoritismo. "El parentesco de familia" terreno común es de manera exclusiva un favoritismo. Los demás "miembros de la familia" prefieren, en mayor o menor grado al esposo, a la esposa, al padre, a la madre, a la hermana, al hermano, etc. que a otros seres forasteros. Las leyes fundamentales del matrimonio prescriben, precisamente, que "el hombre abandone a su padre y a su madre y esté con su esposa", y que la esposa reconozca que "el hombre es la cabeza de la mujer, como Cristo lo es de la iglesia". ¿Y no se dice también que "hay que honrar al padre y a la madre? ¿No es algo general que le es más difícil a un juez juzgar a su hermano o hermana con una condena o con la muerte que juzgar a un ser extraño? De hecho, en una situación así, ¿no es un juez dispensado de su tarea? Ciertamente, los denominados "lazos de la sangre" tienen un lenguaje muy fuerte que favorece o da privilegios a "los miembros de la familia".
      Pero con "el amor", que eternamente vierte o mantiene en el interior del ser una "copia de oro" viva y en actividad del universo o cosmos vivo que existe fuera, no es así. No hay ninguna forma de favoritismo. Del mismo modo que el sol brilla sobre ricos y pobres, justos e injustos, y que la lluvia cae sobre buenos y malos, sobre seres amorosos y no amorosos, cada "ser vivo" existente también está provisto en su interior de una "copia de oro", viva y en actividad, del mundo que existe fuera de él. Que esta "copia" expresa "amor" se convierte en un hecho porque, precisamente, está "enaltecida". Cuando esta "copia" aparece en su forma "madura" o terminada, llena al ser con "bienaventuranza", es decir, con la mayor alegría que, en resumidas cuentas, puede sentirse o experimentarse. Una fuerza creadora, que deja que las cosas se transformen o transfiguren a favor del ser, sólo y únicamente puede ser una "revelación de amor". Y como vale para "cada ser vivo" existente y no muestra ninguna forma de favoritismo, vemos aquí una simpatía o un "despliegue de amor" que "todo lo abarca". No tiene ningún favorito y, por consiguiente, no puede dar lugar a celos ni desconfianza, no puede dar lugar a envidia ni odio. El regalo divino en forma del "reino de la bienaventuranza del ser" o "mundo interior" no es, así pues, un camuflado "pago anticipado" por algo que la Providencia o el que da el regalo espera recibir a cambio del que obtuvo el regalo, tal como sucede en realidad con el "amor" matrimonial. Aquí tanto el futuro esposo como la futura esposa esperan ser amados por la otra parte, esperan simpatía o "amor" a cambio de su propio enamoramiento en la otra parte. Y si esto no se cumple, el matrimonio no es un matrimonio verdadero o auténtico, no es una "felicidad", sino una "desgracia" para las partes.


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