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"El mundo interior" del ser o "reino de la bienaventuranza" es una "copia viva" de todo el universo o cosmos vivido, que se le ha dado al ser como un "regalo" de la Providencia eterna  1121. Como ya hemos dicho, en "el mundo interior" o "reino de la bienaventuranza" del ser sólo pueden únicamente existir "los recuerdos" surgidos de "experiencias" reales. Toda experiencia es, en realidad, en su último término una creación de "recuerdos" que tiene lugar en "el mundo exterior". Una "experiencia" que no crea un "recuerdo" no es ninguna "experiencia". No tiene ninguna influencia sobre el individuo y, de este modo, será lo mismo que "nada" en su creación de conciencia, lo cual significa que una "experiencia" así es imposible. Conforme a esto, una "experiencia" no podrá existir o surgir sin ser, precisamente, una "creación de una imagen" o una "copia" del "mundo exterior" surgida en el interior del individuo. Todo "el mundo interior" del "ser vivo" es, así pues, una "reproducción" o "copia" del "mundo exterior" materializada en "materia de bienaventuranza", tal como los sentidos del ser han reaccionado frente a él. Y así al ser se le ha "regalado" una "reproducción" completa del "mundo exterior". En su interior aparece una radiante "copia viva" del universo o cosmos con sus inmensas zonas de mundos, metrópolis de estrellas y galaxias, por no hablar de la multitud de formas de vida y detalles, seres y cosas del propio planeta del ser, según sus sentidos hayan estado en condiciones de reaccionar frente a este "mundo exterior". No hay, así pues una sola cosa en dicho "mundo exterior" que el ser ha experimentado que no haya dejado tras sí una exacta "copia viva" en su "mundo interior", ya se trate de cada forma de movimiento, de cada clase de cosa sólida, líquida, gaseosa y en forma de rayos, ya se trate de especies de hombres que hablan y crean con sus obras de arte, su talento físico y mental, ya se trate del bramido del mar y del silencio de las montañas, las ventiscas del invierno, la niebla helada, la escarcha o los cristales de hielo, la profusión de flores del verano, la cambiante neblina, las noches claras, ya se trate de las regiones tropicales con selvas vírgenes, animales salvajes y plantas extrañas, palmerales, islas de coral, desiertos y espejismos, ya se trate tanto de enormes catástrofes de la naturaleza, erupciones de volcanes, terremotos, mareas ascendentes como de tranquilas noches de luna llena, bonanza y olas que reflejan el sol, etc. Todos los detalles del "mundo exterior" están, así pues, presentes en "el mundo interior" del ser en forma de "copias vivas", según han sido experimentadas por el ser en cuestión. Y en medio de todo este "mundo interior" caminan, así mismo en forma de "copias vivas", todos los seres experimentados que han sido sus padres, amigos, compañeros, su cónyuge, hijos y hermanos, y todos los otros semejantes con que ha tenido una relación más o menos cercana o lejana, tanto amigos como enemigos. Así mismo aquí, en "el mundo interior" del ser, también están, naturalmente, presentes todos los otros fenómenos, tanto los que le gustan al ser como los que no le gustan, en forma de "copias vivas activas". De hecho, este "mundo interior" encierra dentro de su zona absolutamente todos los detalles del "mundo exterior" ante los que, en resumidas cuentas, los sentidos del ser han reaccionado, es decir, todo lo que el ser ha percibido o experimentado hasta la fecha. Pero que todos los detalles, que "el ser vivo" ha percibido o experimentado hasta la fecha estén, de este modo, presentes en forma de copias en su "mundo interior" significa que todo el universo con su gigantesca inmensidad está totalmente presente en su "mundo interior" tal como se le ha presentado a los sentidos del ser o cómo lo ha vivido en su "mundo interior". Los detalles, de los que el ser no ha tenido ninguna idea y no ha experimentado, todavía no existen para este ser en "el mundo exterior" y, por lo tanto, tampoco existen en su "mundo interior". Pero aquí no se echan en falta, del mismo modo que no se echan en falta en su "mundo exterior". ¿Quién echa en falta lo que no tiene la más mínima idea de que existe? Todo lo que el ser "percibe vagamente", "cree" y "sabe" que existe en "el mundo exterior" se encuentra, naturalmente, de una manera igual de inalterablemente cierta en su "mundo interior" en forma de "presentimiento", "fe" y "conocimiento" respectivamente.
      Pero, imagínense lo que, de este modo, quiere decir poseer una "copia viva" y totalmente perfecta del universo o cosmos que se ha experimentado como personal y absoluta "propiedad privada", de hecho, como un "aposento privado" totalmente inaccesible para otros seres, regalo exclusivo de la Providencia eterna. A decir verdad, un regalo divino en el sentido absoluto de la palabra.


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