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| Para que una "experiencia" o un "pensamiento" sean perfectos tienen que recorrer "el ciclo de espiral" y, al igual que el ser vivo, están supeditados al principio de la reencarnación | 1094. Como toda percepción depende de una relación de perspectiva, es decir, la relación una cosa percibida con el centro de la zona de percepción, por medio del cual es percibida, cada percepción o experiencia tiene necesariamente, por naturaleza, que ser individual, dado que ningún ser puede constituir el centro, que experimenta, de otra zona de percepción que la propia. Para cualquier experiencia se impondrá que su aparición, carácter y naturaleza es, en realidad, una descripción o expresión de la relación de la cosa experimentada con el centro de la zona de percepción del ser que experimenta. Cuando un ser dice sobre otro que es "malo", sólo expresa en realidad con ello la especial "denominación de lugar" que el modo de actuar de dicho ser ha adquirido en su zona de percepción. El terreno de esta zona de percepción va de la "periferia" al "centro" y forma, claro está, una zona en forma de círculo o, más bien, en forma esférica. Cualquier experimentación de una cosa tiene, así pues, que tener lugar en esta zona. Fuera de esta zona el individuo no puede experimentar nada en absoluto. Que la cosa se encuentre en la periferia o en el centro o en algún otro "lugar" entre estos dos puntos extremos dependerá del "lugar" en que el ser que experimenta "resida" en "el ciclo de espiral". Se mueva hacia donde se mueva el individuo en la zona física siempre tendrá a su alrededor su zona u horizonte de percepción, pero los detalles de este horizonte no serán siempre los mismos. En el mismo grado en que el individuo avanza hacia delante, los detalles se van quedando cada vez más atrás para desaparecer tras la línea del horizonte, mientras nuevos detalles surgen y cada vez más se acercan al centro, para allí ejercer una influencia decisiva en la voluntad y en toda la experimentación de la vida del ser. Las cosas no cambian, de este modo, de lugar con nuestro movimiento. Exactamente lo mismo sucede con nuestro "movimiento" mental de avance. Los detalles o las cosas de nuestra zona de percepción tampoco cambian de lugar con él. Como mentalmente nos movemos constantemente avanzando y, así, jamás "estamos absolutamente quietos", todo lo que percibimos o experimentamos está de igual modo cambiando de lugar dentro de nuestra zona de percepción. Lo que antes eran lejanos detalles imprecisos en la neblina de la periferia ante nosotros se han convertido más tarde en reales detalles en el centro, que se dibujan clara y nítidamente, del mismo modo que estos nítidos detalles a su vez se pierden posteriormente en la neblina de la periferia detrás nuestro. Como cualquier experimentación de una cosa tiene que seguir este paso de periferia a periferia, pasando por el centro, sólo puede conocerse o percibirse en virtud de que en el momento de la experimentación constituye alguna "denominación de lugar" en dicho paso. Mientras "la denominación de lugar" para la percepción física significa "distancia", en la esfera cósmica significa "estado". El paso de una cosa a través de nuestra zona de percepción se les indica, de este modo, a nuestros sentidos atravesando una serie de "estados", es decir, "transformaciones". Y como son estas transformaciones las que ponen exactamente de manifiesto "el ciclo", vemos aquí que una "vivencia", desde que comienza en el último límite del horizonte hasta que desaparece ante nosotros tras el último límite del horizonte detrás nuestro, sigue un principio que es el mismo principio al que "el ser vivo" está sometido, a saber, el propio "principio de reencarnación". La "vivencia" que, por su parte, se percibe en su análisis más profundo como "pensamiento", para convertirse en total y perfecta tiene así que atravesar directamente el principio del propio ciclo de espiral. |
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