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(1053-1590) 
 
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La zona de percepción del "ser vivo" es una interacción racional con la Providencia, es una conversación individual con la Divinidad que lleva a la "santificación" de esta Divinidad  1085. Entonces, ¿qué es este "algo"? Es, claro está, los detalles del universo que existen fuera de su propia zona de percepción, es decir: seres y cosas. Estos seres y estas cosas son, a su vez, la manifestación o exteriorización de la voluntad de la Providencia o Divinidad y, con ello, el desencadenamiento de un propósito divino. Como esta voluntad lleva a un fenómeno que crea una sensación o impresión determinada en la zona de percepción del individuo, aquí se ve claramente que se desencadena una súplica determinada, una correspondencia entre esta Providencia y "el ser vivo". Dado que, como también hemos visto, esta correspondencia es así mismo individual, ya que los mismos seres y cosas no tienen el mismo efecto en todos los seres, lo que le parece "frío" a un ser, le puede parecer "caliente" a otro, etc. siempre según el conjunto de sentidos que el ser en cuestión tiene previamente, las experiencias no ocupan el mismo lugar en la zona de percepción de los seres. Los seres y las cosas, que al ser experimentados en la zona de percepción de uno de los seres son colocados en la cercanía del centro y, por consiguiente, en virtud a esta cercanía dominan la voluntad y experimentación de la vida del ser que experimenta y son decisivos para ambas, en otros seres sólo se colocan en la periferia y, debido a ello, en virtud de su lejanía del centro o "punto de observación" de la zona sólo tienen un efecto de poca importancia sobre la voluntad. Así vemos que lo que puede actuar fuertemente sobre un ser a veces no tiene ninguna importancia para el otro y a la inversa. Por esto la experimentación de la vida es individual. Pero como los hechos experimentados se convierten en una serie de impresiones, que finalmente se muestran como una sucesión totalmente lógica revelando así una intención, de modo que llevan a un resultado final conjunto, que es útil al cien por cien y, por consiguiente, al cien por cien amoroso para el individuo, la interacción conjunta del ser vivo con la naturaleza, el entorno y los otros seres se convierte en una "correspondencia viva". De hecho es en su totalidad, incluso, tan fuerte y perfecta que ninguna conversación entre los seres vivos concretos o individuos puede ser tan "viva", es decir, altamente intelectual y, con ello, amorosa. En la conversación que los individuos mantienen entre sí falta en gran medida la facultad de expresarse claramente y la facultad de comprender. La ignorancia, los malentendidos, la ingenuidad y el primitivismo se imponen y crean entre los seres desarmonía, persecución y mutilación. Por consiguiente, esta "conversación" entre "los seres vivos" es aquí, en cierta manera, altamente imperfecta, mientras la correspondencia entre "el ser vivo" y la Providencia o Divinidad en forma de "la experimentación de la vida" es totalmente perfecta y, por lo tanto, absolutamente "santa". Aquí no hay ningún malentendido, ninguna indignación ni cólera, sino solamente una comprensión que todo lo abarca y un método amoroso. Y gracias a esta perfección total de una de las partes (la Divinidad) de esta correspondencia "santa", la otra parte, "el ser vivo" corriente (el hijo de Dios) también se vuelve perfecta y, con ello, la interacción entre Dios y el hijo de Dios también es experimentada finalmente como "santa" por este último. Esta "santificación" de la experimentación de la vida es lo que le permite al hijo de Dios experimentarse a sí mismo como "uno con el Padre" y, por consiguiente, como "el camino, la verdad y la vida".


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