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El hombre terreno se ha vuelto parcial para con la última fase de la redención del mundo y, con ello, le niega a su primera fase toda forma de identidad con la luz   980. Que los redentores del mundo de la última fase hoy le gustan más al hombre terreno que los redentores del mundo de la primera fase es, claro está, natural, ya que estos últimos seres sólo representan una instrucción y un estímulo de los que el hombre terreno hoy no tiene necesidad, dado que, como hemos dicho, él mismo tiene hasta la saciedad el estado de pensamientos o una conciencia con la misma naturaleza de estos ayudantes del pasado, sí, hasta tal grado que dicho estado de conciencia es una molestia para él, una molestia para liberarse de la cual lucha. Visto desde este nivel de conciencia local, este estado de conciencia se ha convertido, muy ciertamente, en un "mal". Y cuando a toda esta esfera de conciencia la denomina "la oscuridad" o "el mal" y a los redentores del mundo de esta misma esfera "el diablo" o "diablos" y cosas parecidas, esto se debe a una manera de ver local. Su horizonte mental no va más allá de este modo de ver local. Se halla en la imposibilidad de ver que lo que aquí presencia también es, en realidad, el principio de la redención del mundo y, por esto, tiene necesariamente que ser parcial con respecto a la parte de redención del mundo que puede ver o comprender. Pero la parcialidad es, como hemos dicho, la suerte ciega u oculta del plato de la balanza de la justicia. En este caso la suerte ciega está a favor de la última fase de la redención del mundo. En su estadio actual, el hombre terreno es, así pues, parcial para con la última fase de la redención del mundo y, debido a esto, subestima la primera fase de esta redención del mundo y le niega a dicha fase toda forma de identidad con la luz o con el amor universal divino. Mientras el ser viva en esta parcialidad, vive con una concepción falsa de la Divinidad misma y de su verdadero plan con el universo y, así, no puede tener ninguna prueba absoluta y verdadera de la existencia del amor universal divino. Su concepción tanto de la Divinidad como de la vida y de su propio ente sólo puede ser y es una "cuestión de fe", si no es un materialista que niega totalmente el espíritu o a Dios.


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