Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(639-1052) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

Por qué las generaciones "maldicen" la primera fase de la redención del mundo. "El bien" y "el mal" son en el mismo grado "la salvación del mundo"   973. Que las generaciones hayan maldecido esta fase a lo largo de siglos y ya no la reconozcan como formando parte del principio de la redención del mundo sólo es porque están a punto de estar hartos de su naturaleza hasta sentir asco o náuseas. "La lluvia veraniega", refrescante está convirtiéndose en humedad socavadora. La planta, que es el hijo de Dios, está temiendo sucumbir a la putrefacción, al moho u hongos, y, por consiguiente, ahora grita pidiendo la luz de bienaventuranza o la reconfortante luz solar que pueda liberar a este ser divino de esta oscura atmósfera mental de humedad y lodo. Y la humanidad terrena conoce hoy esta exclamación como el grito en busca de la Divinidad, el grito en busca de la solución del misterio de la vida, el grito en busca de una paz o "salvación" verdadera, el grito en busca de una "vida eterna" en la bienaventuranza, el grito en busca de "amor al prójimo". Y sólo lo que sirve para llevar este deseo del hombre terreno a su cumplimiento se acepta hoy como formando parte de "la redención del mundo". Todo lo que actúa en sentido contrario es concebido por este mismo ser como "el mal". Y, sin embargo, este "mal" fue una vez tan codiciable, sí, fue directamente un bien tan condicionante de vida, que la continuación de la existencia, vida o mentalidad eterna del hijo de Dios habría sido totalmente imposible si este hijo de Dios o ser vivo en un momento determinado no hubiera, precisamente, recibido ayuda para entrar en este "mal". Del mismo modo que hoy es una condición vital muy importante para el hijo de Dios ser liberado de dicho "mal", y así tener ayuda para recibir el radiante sol del amor al prójimo, una vez también fue una necesidad igual de vital e indispensable para la estimulación de la facultad eterna de experimentar la vida del hijo de Dios ser llevado, por decirlo de alguna manera, totalmente fuera de los rayos del sol. Este mismo principio es, claro está, el que se nos revela al cien por cien en el mantenimiento puramente físico de la vida cotidiana. Donde nunca hay humedad, agua ni lluvia, sino que los rayos ardientes del sol calientan el aire y la tierra, la vida va disminuyendo, y el desierto llena la existencia con su llanura yerma y su calor sofocante. Donde los rayos ardientes del sol se temperan con una cantidad conveniente de agua fría, surgen los terrenos llenos de flores y los huertos exuberantes del oasis. El desierto tiene, así pues, su razón de ser. Nos muestra de un modo meramente externo y elemental la estructura de la vida misma. Es una imagen de la estructura anímica o mental más íntima del ser, del hijo de Dios, y muestra su relación con "la caída" y "la redención del mundo". El grito del ser vivo pidiendo la fruta prohibida, ¿es otra cosa que el grito de un caminante sediento por el desierto en busca de agua? Y el grito del hombre civilizado, ateo en busca de paz, en busca de amor al prójimo, ¿es otra cosa que el grito del mismo caminante sediento o hambriento por el desierto en busca de un alimento y una saciedad condicionadoras de vida? La satisfacción de ambos gritos es, así pues, el mismo principio. "El bien" y "el mal" son en igual grado "la salvación del mundo" o, mejor dicho, el abrazo de amor perfecto, total del divino Padre eterno a su hijo amado: el ser vivo. Y este hijo se revela, de este modo, como pasando por dos formas de deseo o hambre que son profusamente saciadas por el Padre divino.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.