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Hombres terrenos que no pueden manifestar la culminación del estado de hijo pródigo   970. ¿Dónde encontramos un hombre terreno con los síntomas arriba mencionados? ¿Es el hombre primitivo que está descontento con su existencia? No, al contrario, éste vive en gran armonía con la existencia física, tiene un apetito voraz del alimento puramente "animal". Que sus comidas estén sospechosamente cerca del comedero de los cerdos aún no le ha causado ninguna aversión especial. ¿Será entonces el hombre civilizado, atado a fuertes dogmas religiosos, el que grita a voces su tedio de la vida o asco de sí mismo? No, este ser es, por el momento, totalmente feliz. Vive con la fe en su divinidad, es más, vive incluso, como un ser "salvado" o "temeroso de Dios" con la fe de tener el favor de la Divinidad misma. Piensa, de este modo, que es "el hijo pródigo que ha regresado". Que, hasta un cierto grado, vive en una ilusión y todavía no ha llegado a representar este alto estadio de perfección, se ve claramente en el hecho de que sólo vive en "la fe". Esto quiere decir, a su vez, que su identidad con "el hijo pródigo que ha regresado" sólo es una "suposición" muy fuerte. Pero una suposición sólo puede ser, como máximo, una "hipótesis". La simple posesión de la vida en su perfección total, el conocimiento de su propia inmortalidad y de la Divinidad como una hipótesis o suposición, no pueden ser ninguna meta perfecta para la mentalidad ni la culminación de ésta. Para representar este estadio la suposición o las hipótesis tienen que ser reemplazadas por "conocimiento" absoluto. Mientras un problema sólo conste de fe o hipótesis, todavía es un misterio. Y los seres, para quienes la vida y la Divinidad son un misterio en vez de hechos concretos o absolutos, no pueden expresar al cien por cien "el hijo pródigo que ha regresado". En cierta manera, aún tienen la misma relación con la Divinidad que el hombre primitivo, aunque, bien es verdad, hayan estado en condiciones de darle a su fe una terminología más elevada o más fina y cultivada que este ser. Y en las filas de estos seres también vemos duda, incredulidad y deserción, al mismo tiempo que estos seres, como ya hemos mencionado en "Livets Bog", enferman y sufren, están expuestos a desgracias y fatigas, igual que los seres que no forman parte de los grupos de "creyentes" o "salvados". Que intenten compensar esto prometiéndose para sí mismos una vida mejor tras la muerte en el más allá, no cambia el principio. Porque las almas que no pueden vivir en contacto con la materia o los seres de un modo tal que, desde un punto de vista cósmico, aquí hayan podido hacer su destino luminoso, ¿cómo podrán entrar mejor en contacto con la materia y los seres al otro lado de la tumba? "La conciencia diabólica" no se convierte "en conciencia de ángel" simplemente porque el ser muera o se libere de su cuerpo físico. La muerte no acorta o alarga la distancia entre "el hijo pródigo" y "los cerdos". Estos seres también mueren o van al más allá, y tienen que seguir representando su naturaleza, y "el hijo pródigo" puede seguir disfrutando la compañía de estos parientes de su organismo. La muerte no modifica el estándar o estadio evolutivo transitorio de un ser. La transformación no tiene lugar tan fácilmente. En tal caso la evolución, a la que es un hecho que el ser hoy está sometido, sería totalmente superflua. "La conciencia diabólica" sólo se convierte en "conciencia de ángel" con "arrepentimiento". Pero esto sucede igualmente en la zona física que en la espiritual. Cuando el individuo se arrepiente, ha descubierto la imperfección de su modo de ser y vuelve atrás para luchar contra esta imperfección para, de este modo, aspirar a una forma de vida más hermosa y bienaventurada. ¿Y no era también esto lo que era el núcleo de la aventura sobre "el hijo pródigo"? ¿No era el descubrimiento de su estado degradante y el arrepentimiento de este mismo estado lo que le hizo "entrar en sí mismo", lo que hizo que volviera al Padre?


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