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Sustancia de la vida n.º 44 – "El animal" en su culminación o el materialista ateo   967. Como este estado animal o egoísta sólo alcanza su punto culminante o decisivo con el materialismo del hombre terreno, este ser representa, así pues, la mayor infracción de las leyes del amor y, por consiguiente, está lo más lejos que se puede estar de la Divinidad. Este ser es así "el animal" en su culminación. Y a este ser lo designaremos como "la sustancia de la vida n.º 44". Ante nosotros tenemos, en forma de este ser, al "hijo pródigo". En el materialista con una inteligencia acentuada y fría encontramos, de este modo, un ser que mientras ha estado concentrado en la materia y la satisfacción de los deseos materiales, egoístas, creados por medio de esta concentración, temporalmente o en el periodo actual de su serie de vidas terrenas no solamente ha olvidado totalmente a la Divinidad, sino que también ha olvidado su propio "ente" más profundo o verdadero, sí, incluso hasta tal grado que niega obstinadamente la existencia de estos dos factores fundamentales. Para este ser todo son solamente efectos de causas, que también son efectos de causas y así continuando a perpetuidad. Todo son funciones "muertas", desencadenadas por "casualidad". Todo el conocimiento de este hijo de Dios sólo es un conocimiento del peso y las medidas de estas funciones "muertas". Ha perdido el contacto con la Divinidad y con él mismo y, por consiguiente, con la vida. Se cree uno con la materia, con la casualidad de las funciones "muertas". Este ser sin Dios es partidario de la muerte, que con verdadero horror teme en todas partes, y hace todo lo posible para combatirla, y pone de este modo al descubierto su ingenuidad culminante, a pesar de los muchos conocimientos de tipo intelectual, de los muchos resultados de pesos y medidas. Teme un fin de la vida que más o menos directamente enseña que no existe. Dice: "yo sé", "yo comprendo", "yo dije", "yo escribí" y expresa, con ello, que el "algo", cuya existencia de lo contrario enseña como imposible, tiene tanto conocimiento y entendimiento como facultad de hablar y escribir. Un estado de conciencia más inconsecuente no existe. En verdad, el hijo de Dios es una "falsificación", es algo muy distinto a una aparición a "imagen" o "semejanza" de su padre. En "la parábola del hijo pródigo", donde se dice que "comía con los cerdos" se hace referencia a este estado contrario al de la Divinidad.


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