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Sustancia de la vida n.º 43 – "La caída del primer hombre" como "el instinto de conservación" del animal   966. Y "la parábola del hijo pródigo", ¿es, acaso, otra cosa que la misma historia? En la conciencia del hijo "pródigo" también surgió una especie de anhelo, un deseo de apartarse de las tradiciones acostumbradas, de apartarse del padre, de la casa paterna. Pero el caminar del hijo "pródigo" lejos del padre y de la casa paterna no es otra cosa que su caminar hacia el materialismo, hacia el olvido de la Divinidad y el consiguiente primitivismo e ignorancia en campos espirituales, por lo tanto es en principio exactamente lo mismo que "la expulsión del Paraíso Terrenal". El padre ¿no es la Divinidad, y "la casa paterna" "el Paraíso Terrenal"? Alejarse de la Divinidad es lo mismo que adorar la materia en vez de a la Divinidad. Pero lo que soporta esta adoración es la creación de "satisfacción" para uno mismo, que, a su vez, es lo mismo que "egoísmo". "Egoísmo" es, así pues, el fruto "prohibido" del "Paraíso Terrenal". Es "la manzana" del "árbol de la ciencia del bien y del mal". "Comer" del "árbol de la ciencia del bien y del mal" lleva, de este modo, a grandes experiencias y crea simultáneamente ignorancia. Esta "comida" da experiencias muy grandes en el campo del culto a uno mismo, lleva a la cima del poder rudo y brutal, al mismo tiempo que crea olvido y, por consiguiente, ignorancia con respecto a Dios. El individuo se encuentra aquí, claro está, en un estado de conciencia que es lo contrario a la conciencia de Dios. Todo su deseo e interés se basa exclusivamente en alcanzar la satisfacción de sus propios, especiales deseos o anhelos materiales. Que los sentidos se van a desarrollar a favor de esta satisfacción mientras que se debilitan con respecto a la sublime zona divina, se da, naturalmente, por descontado. Y, entonces, el individuo también pierde finalmente la facultad de ver a Dios. En cambio, todo lo que va en contra de las leyes de amor ordinarias, en las que se basa todo el universo o cosmos, creará en la presente situación placer en su conciencia. Toda su hambre va encaminada a experimentar este placer. Esta experimentación es, así pues, directamente una condición de vida. Pero estar animado por un hambre que sólo puede satisfacerse infringiendo las leyes en las que se basa el amor, la paz y la armonía convertirá finalmente, claro está, al individuo en un genio del fomento de esta infracción. Sí, dicha infracción se convierte directamente en funciones automáticas con la consiguiente creación de órganos u organismos en virtud de los cuales facultades, talentos o disposiciones en el terreno de la infracción pueden ser llevados a su culminación. A esta forma de despliegue de conciencia la llamamos "instinto de conservación". Por esto, a este instinto lo denominaremos "sustancia de la vida n.º 43".


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