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La pobreza espiritual del materialista   962. Lo que sucede con los seres que han evolucionado tanto que la facultad del instinto está degenerando fuertemente y, por consiguiente, han empezado en un grado especial a percibir por medio de la inteligencia, es totalmente distinto. En estos seres ha surgido un hambre muy fuerte de resultados. Y en virtud de esta nueva facultad, el individuo puede, claro está, adquirir una profusión de conocimientos. Pero estos conocimientos sólo son resultados de pesos y medidas. En virtud de estos conocimientos el ser, en primer lugar, cree totalmente que ha encontrado "la piedra filosofal". Cree que la solución de todos los enigmas de la vida son los resultados en pesos y medidas, y que todo lo que se presenta como estando fuera de estos resultados o que no puede presentar en grados, medidas y peso, es irreal, es fantasía o superstición. Como todo lo que puede presentarse con resultados de pesos y medidas sólo puede ser exclusivamente materia, es decir: energía, vibración, movimiento, rayos u ondas, sustancias sólidas, líquidas, gaseosas y espirituales o fuerzas muertas, el ser frío o conciso, que acentúa la inteligencia, "rinde culto", así pues, a estas fuerzas muertas. Todo alrededor de este ser está, en realidad, muerto. El macrocosmos son fuerzas muertas, es un juego de casualidades. Tanto el microcosmos como el mesocosmos son fuerzas muertas. Todo es un juego de casualidades. Estas casualidades son, a su vez, un resultado de casualidades precedentes y así continuando infinitamente. La idea conjunta que el materialista tiene del universo, del cosmos o de todo lo que existe y, con ello de la vida, sólo constituye inevitablemente "la muerte". Es verdad que experimenta que tanto él como una gran parte de seres del mesocosmos y microcosmos están "vivos" y está naturalmente de acuerdo en calificar a estos fenómenos de "seres vivos", pero su competencia científica o conocimiento de estos fenómenos sólo da lugar a resultados de pesos y medidas. Sus análisis de ellos sólo son conceptos numéricos. Su contenido sólo es un relato de lo que pesan, lo que miden, de su volumen, su color, su edad, su particular naturaleza o modo de desarrollarse, etc. Estos conocimientos del materialista no contienen, así pues, un solo concepto sobre "lo vivo" en sí. Todos sin excepción son solamente un relato de combinaciones exteriores de tipos de movimiento, de reacciones de la materia que ciertamente llama "seres vivos", pero cuya vida está, en un sentido absoluto, totalmente fuera del horizonte de su conciencia diurna. "Lo vivo", o lo que hace que las combinaciones de materia o los organismos y los tipos de movimiento y reacciones que irradian sean una manifestación de vida, es decir, "el algo" cuya presencia en un organismo hace que esté "vivo", y que al "retirarse" de éste hace de él un "cadáver", es en su análisis igual a "nada". Toda afirmación sobre la existencia de un "algo" así es para él una manifestación de pura "ingenuidad", es "superstición" al cien por cien. Sus sentidos y su facultad de percepción están en un estadio en que únicamente pueden entrar en contacto con la materia, que, claro está, es lo mismo que todas las formas de energía y, las consiguientes reacciones desencadenadas. Pero, "quién" dirige las energías y, así, desencadena el proceso creador lógico, que ha transformado la Tierra desde su estado de fuego al actual escenario perfecto para la vida animal, todavía no es, de ninguna manera, una pregunta para él. Su inteligencia, a pesar del desarrollo tan relevante y grande del análisis de pesos y medidas, que hace que eventualmente pueda ser profesor o doctor, todavía es tan elemental o pobre en el campo verdaderamente espiritual o terreno propio de "lo vivo", que "la casualidad" es para él absolutamente suficiente como explicación suma del misterio de la vida o el único resultado "científico". Así pues, niega a gritos la existencia de "lo vivo" en él mismo, a pesar de que esta negación sería totalmente imposible sin, precisamente, esta existencia, y entonces él sólo sería un conjunto de clases de movimiento o combinaciones casuales de energía. Un ser no puede alejarse más de la realidad o de la verdad. Negar con buena intención y a gritos ante todo su entorno la existencia de su propio, verdadero "ente" es, claro está, la culminación de la ignorancia al mismo tiempo que también es la culminación de la mentira. Y aquí vemos al ser vivo en su mayor pobreza espiritual o lo más lejos posible de la Divinidad y de sí mismo.


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