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Conclusión de un análisis secundario importante y por qué hemos guiado al lector a través de él   927. El tema principal del capítulo actual es, claro está, "las sustancias de la vida". Al empezar a tratar de ellas nos encontramos con el principio sexual y lo denominamos "sustancia de la vida n.º 6". Este principio constituye el principio general en la manifestación del ser vivo, en su formación de mentalidad y organismo, en su actitud tanto para con el principio mortífero como para con el principio del amor o culminación de la experimentación de la vida. Así pues, dicho principio lo abarca todo, es más, lo determina todo, no obstante es en sí mismo un misterio, en parte incomprensible, para el hombre terreno común. Sólo conoce de él la pequeña ramificación que estimula su amor de reproducción o fecundación o tendencia al enamoramiento. Por esto hemos considerado injustificable o irresponsable continuar con nuestro análisis de "las sustancias de la vida" sin, como mínimo, haber esbozado para los lectores su influencia especial sobre la parte del ciclo de espiral que el hombre terreno está pasando actualmente. Y en nuestra revelación de este principio hemos mostrado cómo las diferencias que hay en el estado de los hombres terrenos con respecto al estado de cultura o civilización y destino son, de alguna manera, idénticas a los desencadenamientos de grados más o menos prominentes de equilibrio entre dos principios, el principio del polo masculino y el del polo femenino, en el mismo ser. Hemos demostrado que un incipiente desequilibrio entre estos dos polos en el ser da lugar a la incipiente formación de "los seres masculinos" y "los seres femeninos", cuya manifestación conjunta expresamos en "Livets Bog" como "reino animal". Apareciendo como ser especialmente "masculino" o especialmente "femenino", el hombre terreno forma todavía parte de este reino o segmento del ciclo de espiral. La aparición del hombre terreno como "hombre" o "mujer" es, por consiguiente, un resultado directo de un estado de desequilibrio de su propio estado polar. Por lo que respecta al "hombre", el desequilibrio consiste en que el polo masculino de este ser tiene una predominancia dominante sobre su polo femenino, mientras que, con respecto a "la mujer", sucede lo contrario. Aquí es el polo femenino el que predomina sobre el polo masculino que existe en este ser. Que este desequilibrio determina el despliegue mental de ambos seres, el desencadenamiento de sus especiales simpatías y de sus esferas de interés particulares y, por consiguiente, determina la creación de todo su destino, hace naturalmente tiempo que es evidente. Sí, esta evidencia se ha petrificado incluso tanto a través del tiempo, que cualquier otro estado que muestre un estado de mayor equilibrio entre los polos del ser y la consiguiente esfera de interés y manifestación de simpatía modificada de modo correspondiente (amor hacia seres del propio sexo) se considera algo "contra la naturaleza", cuando no se considera directamente como un "delito punible". Debido a esta ignorancia e ingenuidad en este profundo campo mental, en el que la gran mayoría carece totalmente de comprensión sobre esta transformación venidera de la mentalidad del individuo, nos hemos sentido impulsados a abandonar un momento el tema principal del capítulo para darles a los lectores una orientación preliminar con respecto a este gran principio general de la más alta estructura de la vida. Y, en esta desviación momentánea del "hilo conductor" de la materia fundamental del título o en este análisis secundario nuestro, le hemos dado al investigador o lector sincero una idea de cómo la degeneración sexual en la vida cotidiana del hombre terreno, sus presuntos excesos, matrimonios desdichados, abortos, perversidades, enamoramientos en el propio sexo, etc. representa en conjunto la eclosión de la primavera de un estado del ser totalmente nuevo y por encima del reino animal, y de que todas las calamidades citadas son un estruendo de la destrucción del reino animal o principio mortífero mezclado con los dolores de parto de una nueva, incipiente alborada del reino del Sol.
      En nuestro análisis secundario hemos, así mismo, tenido la ocasión de ver que tanto algunas de las prescripciones de la Biblia, como las manifestaciones del redentor del mundo contenían mucho más conocimiento sobre los problemas mencionados que el que es reconocido o aceptado comúnmente a través del cristianismo dogmático transmitido. Sí, vimos que la reencarnación o renacimiento, "el infierno" o "el fuego del infierno", la transformación sexual del hombre terreno, como condición del nacimiento de un nuevo reino en la Tierra, en el que "vive la justicia", ya eran un conocimiento fundamental en los grandes de la Biblia.
      Y, así pues, tras haberle dado al lector o investigador una idea de la naturaleza universal de estos problemas en el ser vivo, vamos a volver al análisis principal del presente capítulo, a "las sustancias de la vida".


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