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"Nacimiento" y "muerte" como consecuencia de que los seres de los órganos pasan más rápidamente por el ciclo de espiral que el macroser   923. Todos estos fenómenos que hemos nombrado con respecto a nuestra experimentación de la vida se deben, así pues, exclusivamente a la circunstancia de que nuestro yo está en condiciones de reunir a su alrededor a otros seres, que pertenecen a espirales subyacentes, y vincularlos a un trabajo común con él. A este conjunto de seres lo vemos como el organismo del yo, del mismo modo que a este trabajo común lo conocemos como las funciones vitales del yo. Pero para que este trabajo pueda tener lugar, los seres, cada cual en su espiral, tienen que estar en la etapa o parte adecuada para ello. Un organismo físico no puede ser construido por seres que se encuentran, todos ellos, en la parte espiritual de sus espirales, del mismo modo que un organismo espiritual no puede ser construido por seres que se encuentran en la parte física de sus espirales. Por apartados anteriores de "Livets Bog" sabemos que una espiral aparece con seis etapas o segmentos distintos que, a su vez, dividen a la espiral en una parte física y una espiritual.
      Cuando el yo tiene que crear un organismo físico, tiene naturalmente que buscar el material, que va a usar, en los seres de espirales subyacentes. No puede usar seres de su propia espiral, dado que éstos no son lo suficientemente inferiores o microscópicos. Por consiguiente, tiene que unirse con seres de espirales subyacentes. Pero no es suficiente que estos seres pertenezcan a espirales subyacentes, también tienen que encontrarse en la parte física de sus espirales, en caso contrario no tienen organismos físicos y no pueden constituir la materia física de la que el yo o macroser pueda construir su organismo físico. El yo se une, por consiguiente, con seres de espirales subyacentes de este tipo que se encuentran en la entrada del mundo físico. Pero como la aparición de los seres de estas espirales subyacentes tiene un ritmo más rápido en el ciclo de espiral que el del yo o macroser, llegan más rápidamente a la parte espiritual de sus espirales que el yo a la de la suya. Así surge la desgracia de que, de este modo, sus organismos físicos degeneran y se debilitan como material físico del yo para, finalmente, ser inservibles, por lo que el vínculo con el yo se interrumpe. A esta degeneración o debilitamiento es a lo que llamamos "vejez", del mismo modo que a esta interrupción, cuando aparece en su forma más grave o fuerte, la conocemos como "muerte" o "fallecimiento".
      Pero, del mismo modo que hay una degeneración o debilitamiento de dicha unión entre el yo y las formas de vida que constituyen el material de su cuerpo, también hay una evolución que refuerza la unión. Ésta se origina de manera que el ser desencarnado, a partir del comienzo de la creación de su embrión y feto, sólo atrae las formas de vida, de las que quiere construir su organismo físico, que, al mismo tiempo que él mismo, están esperando para encarnarse en la materia física. De estos seres, los más microscópicos serán los que, naturalmente, se impondrán primero, y luego los otros poco a poco, a medida que se acerquen a la espiral que se encuentra inmediatamente debajo de la espiral propia del yo. Como los seres que soportan el organismo del yo o macroser son especialmente los seres de esta última espiral antes de la espiral del yo, la aparición del macroser significa, por consiguiente, "crecimiento" o "desarrollo" hasta que aquellos seres hayan pasado el campo de su espiral, que es análogo al campo de la espiral del macroser en que éste se encuentra. En este momento en que los seres dirigentes del organismo del macroser pasan el estadio de su espiral que es análogo al estadio del macroser en su espiral, este ser se encuentra en el punto máximo del despliegue de su vida. Antes de este momento, la manifestación física del macroser es ascendente, mientras que después de este momento será descendente, hasta que el contacto con las formas de vida corporales es tan débil que hay una ruptura total y tiene lugar la presunta "muerte".
      Vamos a detenernos todavía un poco más en este problema. Tenemos, por ejemplo, ante nosotros al hombre terreno. Vemos que su aparición física comienza como un pequeño embrión, un pequeño feto en el seno de su madre. Con el comienzo de este estadio, su yo, con su atracción natural por medio de sus núcleos de talentos, empieza a unirse con los seres desencarnados que, igual que el hombre terreno, están esperando su turno para encarnarse, pero forman parte de espirales subyacentes. Lo que sucede es que el yo del hombre terreno tiene que usar a estos seres desencarnados para que tengan lugar sus grandes funciones vitales, tales como la del corazón, del cerebro, de los pulmones, de la digestión, de las glándulas, etc. Los órganos, por medio de los cuales tienen lugar estas funciones, constituyen cuerpos físicos para seres vivos, pero de "la espiral de órganos", es decir, de la primera espiral subyacente después de la espiral del hombre terreno. Estos "seres-órgano" también tienen que tener órganos en su organismo y atraen, de la misma manera, a seres desencarnados de una espiral subyacente, espiral que con respecto al hombre terreno constituye "la espiral de las células". Estos "seres-célula", que han sido atraídos, también tienen naturalmente que construirse sus cuerpos físicos y atraer seres de espirales todavía más subyacentes, que en "Livets Bog" hemos denominado con el concepto conjunto de "espiral de los átomos". Mientras los seres de otras espirales sólo pueden ser atraídos por el yo o macroser en su estado desencarnado, los seres de "la espiral de los átomos" sólo son atraídos en estado encarnado por este macroser. Estos seres-átomo o microseres tienen, de este modo, que constituir alguna materia física vital para el macroser, por ejemplo pueden constituir alimentos, comida y bebida. Y la interacción del yo con estos seres es, así pues, más de naturaleza directamente física. A esta atracción la conocemos como "hambre" y "sed". Por medio de la digestión, estos microseres en cuestión son transferidos al organismo del macroser para vida y desarrollo mutuo, tanto para los pequeños seres como para el macroser. Pero estos pequeños seres pertenecen a microespirales. Y su estancia en el organismo del hombre terreno, es decir, la vida terrena de los pequeños seres, por lo que respecta a "los seres-célula" sólo es cuestión principalmente de meses, mientras que para los seres de la espiral de átomos o formas de vida aún más pequeñas sólo es cuestión de segundos. A lo largo de estos pocos meses o segundos, cada uno de los principales de estos pequeños individuos experimenta, así pues, una vida terrena con su infancia, juventud, madurez y vejez. Esto significa que el yo del hombre terreno aquí está en condiciones de poder continuar renovando su organismo con materiales de estas dos espirales. Los pequeños seres pueden vivir y morir en este organismo sin que el macroorganismo necesite morir. Y el macroser estaría, así pues, en condiciones de poderse crear una existencia física eterna e ininterrumpida si esta atracción o renovación no tuviera, precisamente, que tener lugar por medio de los seres de "la espiral de órganos", es decir, por medio de su corazón, su cerebro, sus pulmones, su estómago, etc. Cuando estos "seres-órgano" han podido unirse desde su estado desencarnado con el yo del hombre terreno, esto se debe exclusivamente a un deseo o atracción, innata en ellos, de pasar a la zona física, a la forma de existencia física. Había en ellos una cierta forma de apetito o hambre que, por medio de esta atracción, aspiraba a su saciedad. Con su unión con el yo del hombre terreno, y la consiguiente encarnación física como órganos del organismo físico de este hombre, se satisface gradualmente esta hambre, y los seres-órgano en cuestión se sacian de su existencia física. Mientras un hambre así da fuerza estimuladora y encamina hacia la vida y el bienestar físicos, la saciedad correspondiente da, al contrario, relajamiento o debilitamiento en la misma dirección. Las funciones se hacen más débiles y paulatinamente deficientes. Y como el yo del hombre terreno o macroser está exclusivamente formado por estos órganos, su capacidad decreciente se muestra como la antedicha creciente debilitación o extenuación del organismo que llamamos "vejez" y que, finalmente, anula totalmente la unión entre los seres-órgano y el macroser. Y tanto aquellos como el macroser ya no están en la zona física.


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