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La energía o fuerza intrínseca de la materia o sustancia sólo puede existir como idéntica al despliegue colectivo de conciencia de los microseres   921. Los contrastes de los análisis de la vida, que los seres desconocen de manera especial y que, por lo tanto, hacen que tengan que vivir en este misterio o superstición con las consiguientes molestias, constituyen el lado de la vida que se denomina con el concepto reencarnación o renacimiento, y estos mismos seres tampoco conocen todavía la naturaleza más profunda de su propio yo con su supraconciencia más allá de la reencarnación o vidas terrenas. Que una falta tan grande de conocimiento de estos detalles, los más elevados de la vida, no puede engendrar en ningún ser un análisis con conciencia diurna verdaderamente clara, verdadera o inconmovible, sino que esto tiene que ser un misterio es, desde luego, evidente. ¿Pero, cómo tendrían que entrar los seres, precisamente, en posesión de este conocimiento que les falta, si éste no fuera accesible a la experimentación, tanto física como espiritual, con conciencia diurna? Y una accesibilidad así, ¿no es precisamente la que se le da al individuo en virtud de la circunstancia de que puede formar su organismo tanto con materias físicas como espirituales? ¿Cómo podría si no crearse la mentalidad o conciencia sin esta accesibilidad?
      El yo, "el algo" eterno, experimenta la vida cuando por medio de su supraconciencia puede atraer las materias y ligarlas a él en forma de organismos, y por medio de ellas constatar los efectos o reacciones de otras materias, experimentar la vida. Sin estas reacciones, que en realidad son lo mismo que pensamientos, percepciones y desencadenamiento de voluntad, sería imposible toda experimentación de la vida. El yo tendría que ser una quietud eterna no experimentada. Ningún pensamiento, ninguna voluntad, ninguna percepción y, con ello, ningún movimiento. Un "algo" no experimentado eternamente haría entonces las veces de universo, pero, ¿para quién o para qué? Algo que no puede experimentar, y algo que no puede ser experimentado, es desde el punto de vista de la percepción igual a "nada". El yo o "el algo" eterno puede, por consiguiente, por medio de su conexión con las materias, por medio de sus organismos, experimentar por sí mismo y ser experimentado. Que siempre tiene que preceder a sus contactos con la materia u organismos y estar detrás de ellos, se da por descontado, si no tendría que constituir él mismo alguna combinación de materias perecederas con alguna "edad". La combinación de materias u organismo se diferencia, así pues, del yo en que tiene "principio" y "fin" y encierra, con ello, la limitación que hace que sea accesible para la percepción directa, accesibilidad que el yo no tiene precisamente debido a su identidad con el origen de la limitación o verdadero creador. La experimentación de la vida en sí sólo es en realidad, de este modo, una cadena de los contactos engendrados por el yo con las materias. Mientras los organismos del yo constituyen el mayor, más pesado y más fundamental de sus contactos con las materias, sus pensamientos constituyen los más delicados y ligeros productos del proceso que se llama vida. ¿Qué es un pensamiento y qué es un organismo? En principio son, en realidad, lo mismo, a saber, una manifestación de vida, que, a su vez, quiere decir un medio con el cual la vida se revela o manifiesta. La vida, así pues, por sí misma sólo es el contacto del yo con la materia. Este contacto se manifiesta, por su parte, en una combinación de materias. A esta combinación la llamamos "creación", al igual que denominamos "lo creado" a la combinación terminada. Lo más noble y significativo de "lo creado" son, por consiguiente, los organismos del yo. De éstos sólo es el físico el que, por el momento, es comúnmente conocido, dado que los otros organismos no se pueden percibir directamente en la zona física. Ya que estos organismos, como hemos dicho, sólo son combinaciones de materias creadas o construidas por mandato o deseo del yo, tanto por una función automática como por la pura voluntad y capacidad consciente, diurna, son todos perecederos. Ninguna materia, es decir, ninguna de las siete energías básicas se encuentra en su forma más pura, sino que en todas partes, donde el yo la tiene que usar como material para su creación, aparece como combinada. Esto quiere decir, a su vez, que ya ha sido tomada en posesión por unos yo de micro-espirales subyacentes que están manifestando sus deseos y anhelos a través de ella. Es a base de esto que toda sustancia, toda materia es expresión de energía o fuerza. Es según esto que, en resumidas cuentas, podemos percibir. Cuando podemos saborear la diferencia entre sal y azúcar, esto se debe exclusivamente a que la energía de la sal actúa de un modo especial en nuestra lengua y la del azúcar de otro. Como con la sal y el azúcar, así también con toda sustancia sin ninguna excepción. La naturaleza de la sustancia se determina exclusivamente por la forma de energía o fuerza que representa. Pero la fuerza que desencadena no puede venir de "nada". Al igual que nuestro propio despliegue o manifestación, sólo puede ser expresión de vida, lo cual quiere decir que sólo puede ser pensamiento, voluntad y acción. Es verdad que esta vida no es accesible a la vista física de una manera visible cuando el objeto son seres de una especie muy microscópica. Aquí es imposible ver con la vista física a los individuos aislados. Sólo donde se presentan a millones pueden sus organismos conjuntos y el desencadenamiento de voluntad, conciencia y deseo, que se manifiesta por medio de ellos como una pura colectividad o despliegue conjunto, actuar sobre nuestros sentidos como una naturaleza, energía o fuerza especial. Esta fuerza es la que saboreamos, olemos, sentimos o percibimos. Tanto el sabor de sal como el sabor de azúcar son, así pues, despliegues colectivos de la conciencia de microseres o seres de microespirales. Como físicamente no podemos ver a los individuos concretos, sino que sólo podemos ver o percibir su manifestación conjunta, su energía conjunta o despliegue de fuerza, al espectáculo que ofrece este micromundo lo llamamos "masa de sustancias" o "materia". En este caso, con el sabor de la sal y del azúcar hemos denominado a las dos "masas de sustancias" "sal" y "azúcar" respectivamente.
      Veamos la masa de sustancias o materia que veamos, ya vaya de fuego llameante a hielo y nieve, constituirá siempre sin excepción alguna zona de despliegue de conciencia o vida colectiva de seres de microespirales. Que estos microseres no estén siempre tan avanzados en el ciclo de espiral que tengan conciencia diurna en la zona física no cambia el principio o el análisis aquí presentado. Antes de haber alcanzado un estado así, tanto los pequeños seres del microcosmos como los seres del mesocosmos tienen primero que tener una función previa de subconciencia en la zona física, a saber, la función que aquí conocemos como despliegue o manifestación de vida de los seres del reino vegetal y mineral antes de que pueda surgir el estado de conciencia diurna. Su despliegue en la zona física será entonces una pura función automática análoga a las funciones de nuestros propios organismos, tales como la circulación de la sangre, la función glandular, la digestión, etc. Toda la materia que forma parte del concepto "materia mineral" y en gran medida del concepto "sustancias minerales" pertenece a las materias o sustancias cuyos individuos o yo todavía sólo tienen funciones de subconciencia en la zona física, mientras que las materias animales están constituidas por la manifestación colectiva de microseres con conciencia diurna en la zona física.


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