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Como el gran proceso creador y la evolución del hombre terreno son amor culminante, aquí no hay lugar para un "infierno eterno", una "perdición eterna" como tampoco hay lugar, en sentido absoluto, para "el pecado" o "los pecadores"   917. Tras esta breve visión de conjunto que se nos ha dado sobre el gran proceso creador, comprendemos mejor lo que se quiere decir con "fuego del infierno", o lo que el "infierno" es en sí mismo. Como el proceso creador nos mostró que la Tierra se transformó de un conjunto de materias ardientes, hirviendo y llameando en un planeta organizado y bien equipado con abundancia extraordinaria de posibilidades o condiciones para poder constituir un mundo lleno de bienestar para el libre desarrollo de seres intelectualmente avanzados, sí, para ser el escenario del propio "reino de los cielos", la transformación de esta Tierra se ha convertido con ello para nosotros en una inalterable revelación de amor culminante.
      En este proceso de transformación o creación encontramos la forma de vida humana terrena, o mejor dicho humanidad, como el último y, por consiguiente, más reciente o nuevo fenómeno de esta gran obra de creación. Es más, esta humanidad era incluso tan tierna o estaba tan inacabada que aún no había alcanzado a estar en relación armoniosa con los inmensos recursos de vida que el proceso creador ya había puesto a sus pies. Pero a través de esta "minoría de edad" fue llevada por el poder creador de experimento en experimento y, de este modo, descubrió poco a poco las manifestaciones que en su vida estaban en contacto con la creación de bienestar para ella misma y las que eran socavadoras, portadoras de sufrimiento o aniquiladoras de este bienestar. Por medio de esta relación, el origen del plan existente con la creación le dio el alimento, la educación y la enseñanza mental que le dan un correspondiente conocimiento creciente de la verdadera vida y, con ello, una facultad de discernir con respecto a "bueno" y "malo" cada vez más infalible. Y este estado creciente es lo que hoy conocemos con el concepto "evolución". Evolución es así pues, como ya hemos dicho, tanto el resultado de todos los pasos en falso del ser como de su modo correcto de actuar en la vida. Pero como todo aquello con que el individuo entra en contacto en la vida o existencia, tanto sus propias manifestaciones como las de sus semejantes y de la naturaleza, sólo puede dar lugar a "evolución", es decir: crecimiento mental y corporal hacia una facultad, perfecta al cien por cien, de cumplir todas las condiciones de las leyes de la vida para obtener una felicidad o bienestar verdaderos y culminantes, tanto para sus semejantes como para él mismo, dicha o bienestar que, a su vez, es lo mismo que "el reino de los cielos", "ser cubierto por el espíritu santo" o "conciencia cósmica", la vida de los propios seres vivos en la Tierra también se manifiesta aquí como un eslabón imprescindible de la revelación del plan que existe con el universo o proceso creador divino de la naturaleza como amor culminante.
      Pero cuando incluso la transformación de la Tierra, desde el estado de fuego a su estado actual con sus inmensos recursos de vida y la consiguiente facultad de poder darle al cien por cien bienestar a la vida humana terrena, animal, es amor, y la vida transitoria de la humanidad terrena en este planeta es una formación, adaptación o capacitación para someter estos recursos de vida de un modo conveniente que garantice la felicidad de sus individuos y, con ello, también es amor, ¿dónde está entonces "la perdición eterna"? ¿Dónde está "el infierno eterno" que tendría que ser la revelación de "la ira de Dios" y "el castigo" por los pecados del hombre terreno? ¿Encontramos, en resumidas cuentas, algún "pecado" o algún "pecador"? ¿No vimos desde las alturas, desde las que hemos contemplado el plan del universo, la vida y los hombres terrenos, que todas estas expresiones sólo cubren las primeras, incipientes e infantiles representaciones mentales de los individuos sobre las fuertes realidades locales, agradables o desagradables, que su vida y destino cotidianos representaban?
      ¿Cómo podría el ser incipiente o que está despertando en la zona física de la materia transformada del mar de fuego tener otra cosa que débiles representaciones locales? ¿No comienza el niño pequeño su entrada mental en el mundo en el pecho de la madre? Éste, ¿no constituye acaso por el momento todo su mundo? Esta pequeña localidad del gran mundo físico en que ha entrado, ¿no va siendo poco a poco completada con más y más experiencias y detalles que amplían su horizonte y hacen su existencia física más rica y llena? ¿Por qué no tendría que ser igual en el gran proceso creador? Ninguna creación puede existir sin que haya crecimiento.


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