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La atmósfera del humanitarismo comienza a echar tan fuertemente sus sombras sobre el planeta que al final hará que la guerra, las discordias y los sufrimientos desaparezcan de superficie de la de la Tierra, de su esfera y zona   916. No, el inmenso proceso creador ya no favorece al que va contra el amor al prójimo. El que temporalmente se escape sano y salvo de esto tiene que tener unas dotes fabulosas para poder camuflar su conducta como "amor al prójimo", como "protección del humanitarismo" o "defensa propia". ¿Y no es precisamente, como anteriormente hemos mencionado varias veces, bajo este camuflaje que hoy, conscientemente o no, se deja que la atmósfera sangrienta de la guerra se propague por la Tierra? ¿Cuál de los estados beligerantes no enseña humanitarismo, es decir, la protección de la civilización, su defensa y custodia, como la base absoluta para su participación en la danza sangrienta? No, los héroes actuales sólo pueden ser coronados con laureles si han alzado la espada en nombre del humanitarismo. En caso contrario, van al presidio, al castigo, la deshonra y degradación. Ya nadie va al "Valhala" sólo por haber luchado por el hecho de luchar, haber matado porque matar era un deporte, o asesinado porque asesinar era un placer. El objetivo verdadero del inmenso proceso de transformación de los hombres de la Tierra se muestra cada vez más como una atmósfera luminosa tras toda la aparente oscuridad. Se experimenta como una fresca brisa en las cercanías del océano. Y el océano es "el reino de los cielos". Este reino es la culminación del humanitarismo. El inmenso proceso de transformación ha llevado a la Tierra tan lejos, desde el estadio de fuego al estadio de vida animal, que el humanitarismo puede ahora verse en la órbita misma del planeta, en su día y noche, en su invierno y verano, en sus siembras y cosechas. Se puede ver en el juego de la naturaleza, sí, es visible en los rayos del sol en las claras perlas de las gotas de rocío, en las plantas que crecen en la materia orgánica, del mismo modo que luce en las nubes y es el deseo más íntimo en el pecho de cada hombre, es su anhelo y su felicidad. Por continentes y mares, por encima y por debajo, delante y detrás de las mutilaciones y el estertor de los moribundos en los campos de batalla, brilla y centellea la atmósfera creadora de humanitarismo resplandeciente del plan divino con el universo tan fuertemente, que los truenos de los cañones, las explosiones, los incendios, los gritos y las torturas de la guerra desaparecen poco a poco de la superficie de la Tierra, como la niebla húmeda de la noche ante la incipiente aurora de un nuevo día.


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