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El redentor del mundo no concibe "el fuego del infierno" como un fuego material y físico   901. Que el redentor del mundo también haya designado "el infierno" como un estado que desencadena "lágrimas y rechinar de dientes" muestra además su conocimiento cósmico de este fenómeno. Muestra precisamente que no concibe "el infierno" como un "lugar con fuego" en sentido literal, porque en este caso "lágrimas y crujir de dientes" no sería una expresión correcta al respecto. Como ya hemos dicho, ningún ser animal puede vivir y desarrollarse "eternamente" en un fuego material, sino que es inexorablemente devorado por sus llamas, sí, ni siquiera tiene tiempo de llorar ni de rechinar con sus dientes, ya que se asfixiará en el mismo momento en que es encerrado en las llamas. Y el fuego material no afecta en absoluto a "los muertos", es decir a los seres espirituales. Un método de castigo o un "infierno", que a la velocidad del rayo o inmediatamente lleva a los seres a una forma de existencia en la que están fuera del alcance del castigo o del sufrimiento, es proporcionalmente sin dolor. Pero un "infierno" proporcionalmente libre de dolor no puede denominarse de manera justa "lágrimas y rechinar de dientes". Si el redentor se refiere al "infierno" con la expresión "lágrimas y rechinar de dientes", sólo puede ser para subrayar que "el infierno" es la residencia de los sufrimientos y el dolor. "El llanto y rechinar de dientes" son, claro está, los efectos directos de los sufrimientos o del dolor. "El fuego del infierno" no tiene, así pues, en general nada que ver con el fuego material. El sufrimiento y el dolor que provoca "el llanto y rechinar de dientes" a que el redentor del mundo aludía tienen, por consiguiente, que tener otras causas que el fuego material. Tiene que tratarse de un dolor y unos sufrimientos que el ser verdaderamente tiene tiempo de conocer a fondo, de modo que puedan dejar huellas duraderas y beneficiosas en su conciencia o mentalidad. Esta huellas, que han marcado la conciencia, son lo que poco a poco reconocemos como la "facultad de compasión o empatía" de cada ser, es decir, la facultad que en nuestra conciencia es a su vez la base de lo que "tenemos corazón" para hacer o no hacer con respecto a nuestro prójimo, ya sea hombre, animal o planta.


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