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El arte de crear un destino feliz   899. Pero como sabemos por los análisis cósmicos de "Livets Bog", los caminos de Dios no son inescrutables para el investigador evolucionado, lo cual también se confirma por medio de la enseñanza de los resultados eternos por el redentor del mundo. "El infierno" es una realidad que existe, pero no puede en ningún caso en absoluto ser eterno, como tampoco puede expresar por sí mismo ninguna venganza ni ningún castigo desencadenado por la Divinidad ni haber sido creado por ella. Y del mismo modo que "el reino de los cielos" no es un mero reino espiritual, sino que estará formado por la posterior vida física de los seres cuando éstos se hayan vuelto perfectos y se hayan liberado de las tradiciones animales, mortíferas por las que actualmente están tan marcados, "el infierno" no es, así pues, ningún mero fenómeno espiritual, sino que está constituido por todos los efectos que se producen cuando el individuo maneja la materia o sustancia de un modo imperfecto. Como este manejar la sustancia por el individuo es lo mismo que la totalidad de su modo de vivir y de ser, es lo mismo que su satisfacción de deseos, toda satisfacción de un deseo se basa exclusivamente en el contacto del individuo con la materia o el desencadenamiento de causa y efecto. Incluso el más sutil y débil suspiro de un individuo es un contacto con la materia, es un desencadenamiento de fuerzas que son, de nuevo, causa de nuevos efectos. Estos efectos son el destino del individuo. Ningún ser puede, de este modo, existir o ser sin crear destino a través de esta existencia suya. Que este destino sea luminoso u oscuro, que sea feliz o desdichado dependerá, por lo tanto, de la clase de causas y efectos a que el individuo dé lugar con sus deseos. Si sólo está animado por deseos cuya satisfacción requiere desencadenamiento de fuerzas o energías que sólo pueden ser provechosas para el individuo, su destino sólo puede ser una experimentación directa de estos efectos provechosos, mientras que al contrario, si sus deseos son de una naturaleza tal que satisfacerlos requiere desencadenamiento de fuerzas o formas de energía, que en muy alto grado son desagradables o nocivas, sólo puede, claro está, vivir con los efectos nocivos de ellas. Y es en virtud de esto que la expresión bíblica: "Como un hombre siembra, así cosechará" se convierte en un hecho científico. El individuo es, por lo tanto, la más profunda causa de su propio destino. Tiene libertad total para crear su destino exactamente como quiera. Si, por consiguiente, experimenta un destino con el que está en sumo grado descontento, un destino lleno de penas y sufrimientos, en este caso se debe exclusivamente a la circunstancia de que ha desencadenado energía o ha puesto en movimiento fuerzas que, es verdad que satisficieron su deseo transitorio, pero al mismo tiempo fueron la causa desencadenante de los efectos que hoy hacen su destino desdichado. Satisfacer deseos, que, claro está, es lo mismo que experimentar la vida, puede, de este modo, ser pernicioso, de la misma manera que puede ser inofensivo o agradable. Un destino desdichado son los efectos de la satisfacción de deseos perniciosos, mientras que un destino feliz son los efectos de la satisfacción de deseos no perniciosos. El arte de crear un destino feliz o perfecto consiste exclusivamente, por lo tanto, en sólo satisfacer deseos no perniciosos.


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