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Ningún ser puede ser víctima de un "infierno eterno", del mismo modo que este "infierno" no expresa un fuego físico corriente   896. "El fuego del infierno" no es así, en un sentido absoluto, ningún "castigo" "eterno" ni ninguna "venganza" por "ateismo" o pecados. Que esta manera nuestra de comprenderlo es correcta es, precisamente, un hecho por la circunstancia de que el redentor del mundo define "el infierno" como "fuego". El fuego no puede, a saber, dejar de ninguna manera que nada sea "eterno". Las cosas, o son receptivas para el fuego y "se queman" o "destruyen" y, entonces, no pueden ser ningún fenómeno "eterno", o son insensibles al fuego y, tal como el amianto u otras sustancias o materias resistentes al fuego, no serán en absoluto afectadas por él. Como el fuego sólo puede existir como un proceso transformador de sustancia o materia, su existencia exige que haya alguna sustancia o materia que pueda transformar. A esta materia la llamamos "leña del fuego". Del mismo modo que es imposible que un salto de agua exista sin agua, el proceso transformador de materia que llamamos "fuego" tampoco puede existir sin materia o leña. Si un hombre es arrojado a un fuego, sólo podrá alimentar este fuego en la medida que la materia de su organismo pueda ser leña de esta hoguera. A medida que el fuego va transformando la materia de este organismo en ceniza y humo o materias en estado gaseoso se irá, inevitablemente, apagando por sí mismo a falta de leña. Ningún organismo de ningún ser vivo puede, por consiguiente, mantener un fuego eternamente, sino solamente durante el tiempo que le toma al fuego transformar la materia de este organismo en otras combinaciones químicas o en el humo y la ceniza que se ven. Por consiguiente, es totalmente imposible que algo pueda quemarse "eternamente". Pero como todo proceso, exactamente igual que el fuego, sólo existe o se mantiene mientras pueda ser alimentado por medio de alguna materia o sustancia (todo proceso, movimiento o manifestación es en principio, igual que el fuego, "transformación de materia" y sólo puede tener lugar mientras haya materia suficiente para alimentar el proceso), ningún ser en absoluto podrá, en virtud de lo limitada que es la masa de su materia, ser objeto de un "infierno" "eterno", indiferentemente que se manifieste en un organismo físico o se encuentre fuera de la carne y se manifieste en organismos de materia "espiritual". Ambas formas de organismo están constituidas en igual grado por sustancia o materia y están, por consiguiente, sujetas a las leyes de las sustancias. Cuando un ser tan prominente y de una talla tal como el redentor del mundo usa la expresión "fuego del infierno" es porque nunca, en ninguna circunstancia, había pensado al respecto en algo tan ilógico y disparatado como el abandono de un ser a un tormento, un dolor o un fuego que nunca, en toda la eternidad, podían cesar. Una idea o superstición tan ingenua sólo es posible allí donde no se tiene ningún conocimiento en absoluto de las leyes de las energías o sustancias. Un ser que tiene un conocimiento tan profundo de las leyes de los movimientos y de las materias, que sabe que el que mata con la espada morirá él mismo a una espada, un ser que sabe que sus perseguidores, verdugos o asesinos "no saben lo que hacen", un ser que sabe que la Providencia o vida les paga a todos según sus actos, un ser que sabe que nada es casual, sino que incluso "los cabellos de nuestra cabeza están contados", no puede ignorar una cosa tan simple como que toda hoguera necesita leña o que todo proceso necesita alimento para poder subsistir.


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