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Un ser que le dice "eres necio" a su prójimo también forma parte de los que "no saben lo que hacen"   890. Partiendo de estos análisis no es difícil comprender las palabras del redentor del mundo acerca del que dice: "¡Necio!" a su prójimo. El que le dice "¡necio!" a su prójimo, en el sentido que aquí hemos indicado, es, claro está, un ser que reprocha, atormenta o persigue a otro ser por algo que éste no tiene en absoluto bajo el control de la voluntad de su conciencia diurna. Pero un ser que puede manifestar una persecución así, tampoco sabe lo que hace, porque si lo supiera vería la estupidez que esta persecución representa. Pero como la facultad de ver esta estupidez no es un acto de voluntad, sino un asunto de evolución, a este individuo tampoco le puede ser proporcionada por ninguna autoridad terrena con órdenes, castigos o terror. Y este ser tampoco puede, en virtud de la falta de esta facultad, ser "culpable ante el Sanedrín". Ninguna autoridad o tribunal de justicia terreno puede decidir de manera justa un castigo para el ser por la falta de la facultad en sí, aunque esta misma autoridad tiene, naturalmente, que hacer al individuo responsable de los actos peligrosos manifestados a causa de la falta de esta facultad, pero controlados por la voluntad del propio individuo. Como la falta de la facultad, así pues, no es un acto de voluntad, esta falta no se puede subsanar inmediatamente por medio de la voluntad diurna despierta actual del individuo, ni en virtud de ningún castigo ni ninguna tortura de una autoridad. No es, por lo tanto, extraño que el redentor del mundo remita estas actitudes mentales, que están fuera del control de la voluntad del individuo, a una instancia superior. A esta instancia superior la denomina "el fuego del infierno".


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